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martes, 4 de octubre de 2011

EL RELOJ DEL PRESIDENTE



Carlos Rivera

¡TE PASASTE CHOLO!

Era el año 2000, momento de dictadura y de lucha. La Cámara de Comercio e Industria de Arequipa organizó en la Universidad Católica de Santa María una cumbre Macroregional, donde los candidatos a la presidencia, Alberto Andrade, Federico Salas, Luis Castañeda y Alejandro Toledo expondrían sus propuestas. Fujimori, no quiso asistir. Toledo fue el que se robó los aplausos y la atención del auditorio. Mercedes, Ricardo, Percy, Kurt y yo representamos a una Asociación de Jóvenes que hacia unos años habíamos fundado con ánimos filantrópicos. Éramos los delegados de nuestra institución en el evento.

Concluido el primer día de exposiciones nos condujeron a un salón de la universidad para un brindis de honor. Toledo era asediado para la foto por empresarios y estudiantes y de pasada querían rendirle tributo. Kurt y yo lo abordamos para explicarle la importancia de trabajar por la juventud, Toledo miró a Kurt algo extrañado por su enorme cabello. El hombre de Cabana, entonces sonrió como si fuéramos sus grandes amigos y nos abrazó pidiendo que lo apoyáramos. Del bolsillo de su pantalón sacó una hoja doblada en cuatro donde según una encuestadora de “credibilidad”, otorgaban a su partido un 13 % en la intención de voto (las otras encuestadoras le daban un 4%). Toledo movió la cabeza como cuy (así lo describió la gran China Tudela de Rafo León en Caretas) y nos conmovió el corazón ¿Acaso eran los comienzos de la mitomanía y del inicio de las múltiples máscaras que vendrían después ya en el ejercicio de su gobierno? ¡click! El fotógrafo inmortalizó el instante junto al próximo gobernante del Perú. Desde ese día el cholo de Cabana se convertía en nuestro Mesías libertador de la dictadura miserable de Fujimori y Montesinos.

TIEMPOS DE DICTADURA
Kurt, emocionado hasta la médula con Toledo me convenció de apoyar su candidatura. Evaluando el asunto me pareció una actitud digna y valiente: cerrarle al paso a Fujimori, así es que trabajamos con pundonor en esta campaña.
Luego de aquel encuentro en la cumbre macroregional nos dirigimos al local del partido ubicado en la Merced con la ilusión de ayudar a cambiar el país. Íbamos, además, recomendados por el mismísimo Toledo. Pero sus precandidatos al congreso, de ese entonces, se olvidaron por completo de lo que nos habían prometido ante los ojos de su líder. Creyeron, además, que nuestro apoyo estaba condicionado a un puesto laboral. A pesar de las explicaciones del asunto y de la sola pretensión de que se cree un Ministerio de la Juventud y nada más. Decidimos entonces creer en la buena fe de Alejandro Toledo y trabajar en su campaña por nuestra propia cuenta e ignorar a aquella pléyade de ayayeros.

Kurt se entregó en cuerpo y alma, hasta con su propio peculio imprimió volantes. Pegábamos afiches por las calles de la ciudad todas las madrugadas y los fujimoristas con la complacencia y protección del ejército y de la policía nos amedrentaban. Esas circunstancias de lucha y de conspiración se convertían en aliciente para seguir con nuestra epopeya.
Toledo inicio un romance muy singular con Arequipa, es así que cada vez que llegaba, lo íbamos a recibir al aeropuerto, esperándolo horas y horas sin probar bocado alguno. Si anunciaban que Toledo arribaría a las diez de la mañana Kurt lo esperaba desde las siete con las ansias de un encuentro más cálido con el candidato que decía defender la industria nacional, rebajar los sueldos de los congresistas, aumentar el salario de los maestros y policías. Kurt y yo siempre comprobábamos Liberación dirigido por periodista César Hildebrandt, La República, el Búho o Arequipa al Día que nos mantenían informados del acontecer; nada de Expreso o Correo o toda esa gama de diarios chicha que financiaba el SIN que para nosotros era la prensa servil de la evidente dictadura.

A pesar del rechazo que mostraba la ciudad hacia Fujimori, este llegó a la Plaza de Armas donde fue recibido con pifias e insultos por parte de la población. Con un grupo de contra manifestantes nos introducimos en su mitin simulando ser fujimoristas. Uno era celosamente revisado para ingresar. En el centro de la Plaza de Armas, punto neurálgico del conclave y donde el griterío ensordecedor de apoyo al chino por parte de las mamachas, le insultamos “delincuente”, “ladrón” quemando sus pancartas, otros lanzaron piedras y fierros ante la perplejidad de sus simpatizantes quienes nos rodeaban estupefactos. Fujimori era protegido en el escenario por resguardos del cambalache desatado. La policía vino por nosotros y nos hostigó a palos, Kurt desapareció de mi vista, luego lo hallé con la ceja rota y llorando por las bombas. El ataque de gases lacrimógenos y los varazos de los custodios nos obligaron a retirarnos y perdernos sorteando las nubes de humo toxico.
El Chino tenía todo para ser reelegido: la ONPE presidida por el inefable José Portillo, una televisión complaciente –y comprada- y todo el aparato estatal para su propósito. Toledo se fue afianzando como un líder que aparte de organizador y respondón resultaba siendo un estadista, destacado economista y eficiente tecnócrata con experiencia en el Banco Mundial y cátedras en universidades norteamericanas. Además de contar con la bendición de nuestro laureado escritor Mario Vargas Llosa ¿acaso había otro candidato con tantas cualidades juntas? Entonces, todos creímos ciegamente en él. Hoy sabemos que Toledo jugó su pichanguita aparte con la collera económica que lo financiaba: “bissnes son bissnes”.

Siempre que recibíamos a Toledo en el aeropuerto Rodríguez Ballón, Kurt se las ingeniaba para pasar entre las gentes y la seguridad buscando ser visto por él, quien en varias oportunidades lo tomó por la cabeza, sonriendo y rememorando tal vez aquel encuentro en la Universidad Católica. Siempre la misma historia persecutoria corriendo detrás de su camioneta como si fuera una súper estrella de Hollywood. Mi enamorada a veces se fastidiaba con nuestra excesiva preocupación por Toledo y lo que prometía. Me bajaba de mi nube con pragmatismo revelándome los vacíos en sus discursos, hallando en sus ojos rojos y cansados cierta vida secreta llena de excentricidades y placeres. Kurt y yo no creíamos en nada de los que los demás comentaban. Cuando apareció su hija no reconocida, Zaraí y la gente nos interrogaba al respecto, respondíamos con esas palabritas que ahora me repugnan: “esas son maniobras fujimontesinistas”. Lo mismo dijo su esposa, Elian Karp cuando una noche la abordamos en el hotel El Portal e insistimos sobre la niña que apareció en el programa de Laura Bozzo. Parecia dispuesta y respetuosa pero le incomodó pregunta, mientras su esposo departía una deliciosa parrillada en el Gaucho.


HORAS DE LUCHA
La campaña electoral del 2000 era cada vez más violenta y abusiva, Montesinos y Fujimori lo tenían todo planificado para mantenerse en el poder. Kurt viajaba cada cierto tiempo a Lima por motivos laborales, pero siempre se daba su escapadita para visitar el local de Perú Posible en San Isidro. Logró entrevistarse con algunos dirigentes del partido, pero no pudo conversar con Toledo otra vez. Yo me quedé en Arequipa atendiendo un local de apoyo que nos brindaron gentilmente unos comerciantes Recuerdo que me hablaban en quechua o haciéndome comprender el significado de la chacana y el resurgimiento de Pachacutec.
Fujimori se hizo reelegir contra viento y marea, salimos a la Plaza de Armas a protestar por el fraude a todo pulmón, con la mayor rabia que a uno le puede nacer. La ONPE daba a cuenta gotas los resultados que provocó una unión por parte de la oposición y que en un mitin de la capital brindarían su respaldo a Toledo como líder y defensor de la democracia. Poco tiempo después organizó la marcha de Los Cuatro Suyos a la cual asistimos por nuestra propia cuenta. En Lima recibimos indicaciones para protegernos de los gases con máscaras caseras que en realidad solo servían para la chanza. Nos alojamos en un tambo, pero Kurt quiso que lo acompañe a conocer la casa de Toledo en Camacho, yo quería visitar unas librerías primeramente, se fue solo. Ya en la marcha, con una cantidad inmensa de gente pocas veces reunida en la historia del país protestamos contra el dictador arengando a todo pulmón su inminente caída. Luego vino lo que todos conocemos: el incendio del Banco de la Nación con muertos inocentes de por medio. La dictadura se estaba debilitando, hacia falta perseverancia y tesón para no claudicar en el objetivo.

UN NUEVO AMANECER
Muchos ya asumían con resignación el inicio del tercer quinquenio fujimorista. Pocos lo esperaban, pero sucedió como un hermoso sueño donde la verdad y los ideales se confunden. Entonces, alguien corrió la voz por la calle que en estos precisos momentos Canal N emitía un video donde el congresista elegido por Perú Posible, Alberto Kouri recibía de manos de Montesinos en la famosa sala del SIN, la cantidad tres mil dólares americanos. La dictadura empezaba a tambalear. Al día siguiente los diarios en portada anunciaban el fin del fujimorismo. Pero la satrapía todavía no quería morir e intentaron medidas desesperadas que el ex alcalde de Huancavelica –ahora premier- digitaba desde Palacio de Gobierno, Federico Salas Guevara, ese hombre otrora opositor e inefable autor de un cándido poemario ahora servía a un régimen que se caía a pedazos.
Recuerdo que eran las siete y media de la noche de un día de setiembre cuando cenaba con mi novia y en la televisión del lugar apareció Fujimori en mensaje a la Nación anunciando el recorte de su periodo presidencial y convocaba a elecciones. Había triunfado la democracia. Fui donde mis familiares a avisarles de la buena nueva.

HOY MISMO ESTARAS CONMIGO EN EL PARAISO
Toledo era el favorito para ganar las nuevas elecciones del 2001 mantuvimos los ánimos y la fuerza para lograr ahora sí la victoria de alguien que se fajó por la democracia (era solo un decir).
Cada vez que Alejandro Toledo llegaba a nuestra ciudad el cielo y el clima se serraneaban en demasía como vistiéndose con esas galas andinas para recibir al cholo de Cabana.
Ya en tope de la intención de voto nos aprestábamos a recibirlo con inmensa caravana, Toledo era otro hombre, más político, poseía un infinito almacén de gestos para con las distintas personas que se acercaban. Salió del aeropuerto en una camioneta y Kurt lo esperaba para saludarlo, Toledo lo reconoció de inmediato y se acercó a saludarlo contraviniendo a su propia seguridad. Lo volvió a tomar de la cabeza musitando unas palabras que no alcancé a oír. Kurt en un gesto sorprendente se despojó de su reloj y se lo obsequió. Toledo se quedó pasmado, adujo que no podría aceptarlo porque consideraba que Kurt lo necesitaba más, pero mi amigo insistió y Toledo lo volvió a abrazar y prometió que se convertiría en su amuleto para ganar la elección y que nunca olvidaría aquel detalle. Toledo miró la chacanita que Kurt tenía colgado en el cuello y lo besó en la frente sellando así ese singular encuentro.
Al entrar a la Avenida Aviación un mar de carros lo secundaban, la gente lo saludaban con algarabía, ¡todos querían tocarlo! Toledo miraba el cielo y mandaba abrazos y besos por doquier. Desde el techo de un taller de mecánica gritaron su nombre, a lo que él respondió ordenando detener el carro para bajarse y salirse del libreto. La portátil (que ya para esos tiempos se había institucionalizado) aplaudió como una inmensa tribuna y todos sonreímos por la performance desplegada. Seguíamos avanzando con la caravana. Un señor montado en su caballo emprendió la marcha hasta donde se ubicaba el candidato quien estaba a punto de doblar la esquina e ingresar a la capital del distrito de Cerro Colorado, pero el señor, mismo montonero lo alcanzó y se presentó frente a Toledo y sin bajarse del animal le entregó un sombrero blanco de Macora.
Perseguimos a Toledo también después del mitin. Unos periodistas nos avisaron que iría a comer por la noche a un reconocido local turístico de Yanahuara, el Sillustani. Comprometimos en el asunto a nuestro amigo Ricardo. Alquilamos un taxi para asegurar nuestro recorrido si es que salían de ahí por algún motivo. Ingresamos al lugar fingiendo ser comensales habituales, pedimos unas bebidas para pasar la hora, Toledo se encontraba departiendo con sus colaboradores y unas señoras que lo saludaban sin reparo. Se percató de nuestro presencia (miento, de la presencia de Kurt) y lo mandó a llamar con su guarda espaldas, Kurt le consultó si Ricardo y yo podíamos acompañarlo adujo que no había problema, nos acercamos a cierta distancia y Toledo hizo que Kurt se aproxime mas. A nosotros ni una mirada, Toledo agradeció el apoyo y el obsequio del reloj que lo llevaba puesto tal como había prometido. Preguntó qué es lo que deseaba, que pida no mas lo que quisiera y lo ayudaría, Kurt con digno idealismo expuso el deseo de lograr primeramente la victoria de las elecciones y luego crear el Ministerio de Juventud, que apoye a la industria nacional y permita la importación de maquinaria para los microempresarios y esto si se le lo suplicara como favor personal: una beca para estudiar Ingeniería de Calzado en Italia. Ricardo y yo oímos entusiasmados la predisposición del candidato quien además ofreció cumplir con nuestro amigo personalmente en la gestión académica en el extranjero. Aún recuerdo sus palabras:
“yo voy a luchar por los jóvenes. Te prometo que el mismo día de los resultados te llamaré y haré que envíen tu pasaje para que estés presente en la juramentación y luego conozcas palacio de gobierno. Dale tus datos, dirección y tu teléfono a mi seguridad, yo te llamo, hermano, te lo juro. Déjame a mí lo de tu beca”Kurt se despidió, luego salimos del lugar felices por las promesas de Toledo. Aquella noche nos quedamos los tres celebrando con un pollo a la brasa Ricardo compró después dos cervezas y sellamos aquel magnífico día que parecía presagiar hermosas primaveras de prosperidad.
Una mañana paseaba con Kurt por la plaza de Armas de Arequipa algo preocupado por la subida en las encuestas del candidato aprista; ojeamos los periódicos para ver como le había ido a nuestro candidato en un mitin en unos de los conos de Lima. Al principio no nos percatamos de la fotografía y del mar de gente que se congregó, pero la imagen mostraba un primer plano de Toledo empuñando las manos y haciendo con sus brazos una V de victoria. Bueno, eso era lo habitual, pero Kurt se percató de un detalle: llevaba puesto el reloj que le regaló. No le creí pero al mirar la mano derecha de Toledo comprobé que sí lo tenía puesto. ¡Había cumplido su promesa!
Toledo ganó por pocos puntos al zorro político de Alan García y que por poco le arrebataba la presidencia en una peleada segunda vuelta donde todos los partidos unieron esfuerzos para impedir que Alan gane (pensar que hoy todos impidieron la victoria de Ollanta Humala para que el otro terror de la economía se haga de la presidencia). En el mitin de agradecimiento que se transmitió por televisión agradeció el apoyo brindado luego su perorata discursiva ya conocida. Yo, busqué esa tarde a Kurt después del flash electoral para preguntarle si algún allegado de Toledo lo había llamado, pero nada; en el trayecto a su casa imaginaba en esos instantes a mi amigo tomando un avión rumbo a la capital. Pero no paso de ser una mera ilusión.
Kurt no perdía las esperanzas y supuso tal vez que una distracción por la efervescencia y algarabía por la victoria no le permitió recordar sus promesas. Pasó un mes y tampoco hubo llamada.
Kurt siempre llegaba por las tardes a su casa y preguntaba a sus padres si lo habían llamado. Ellos respondían con resignación, que no. Ricardo y yo lo animábamos a que espere la juramentación y de seguro ahí si recordaba su promesa, total por el momento solo era un presidente electo. Llegó Julio y la tan bendita juramentación, pero nadie se acercaba a la casa de Kurt entregándole un bendito pasaje en representación del presidente próximo a recibir los honores ante el congreso. Pasaron meses y más meses, hasta que se cumplió el año sin atisbos de querer cumplir las promesas.
Kurt todavía quería creer en la palabra de Alejandro Toledo.
En el 2003 fue acreditado con una delegación de microempresarios que dialogarían durante 30 minutos en palacio con el presidente para atender sus demandas, solo ingresaron cinco de la delegación que constaba de diez, Kurt se quedó afuera. Recuerda con cierta amargura que al salir de palacio, el presidente Toledo junto a los microempresarios posó para la foto, este lo reconoció y desplegó una amplia sonrisa enviándole desde las graderías un imaginario abrazo. Kurt regresó a Arequipa y continuó con su trabajo aprendiendo cruelmente la lección de no creer nunca más en las promesas de los políticos en campaña y de ver como se derrumba, se pulveriza, se convierte en piltrafa lo más elemental que un líder o estadista debe conservar: la palabra.

EPILOGO
A veces ensayo por saber que es lo que le diría Kurt al saliente mandatario de la república, Alejandro Toledo si lo tuviera cara a cara otra vez antes de abandonar palacio de gobierno. Estoy seguro, que lo siguiente: ¡Devuélveme mi reloj, señor presidente!

Julio 2006

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