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domingo, 30 de octubre de 2011

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL FACEBOOK




Carlos Rivera
Lo primero que hice aquel día fue escribir en el muro de mi cuenta en el facebook Hoy senté a la belleza en mis rodillas, parafraseando al buen Rimbaud. Tal vez era la manifestación de mi conciencia que transitaba delirante por una mujer que empezaba a querer de una manera salvaje, y, con la cual conversaba por este medio y algunas veces salimos al cine o a tomar algunas bebidas hablando de literatura y cine como dos locos. Había cautivado y arrinconado por un momento a mi soledad. Aun no sabía si era un fantasma, un ser maldito, o una mujer vulgar que intentaba venderme la careta de una cortesana sutilmente culta. Pero, era original. (O al menos, parecía serlo)
No supe de ella por una semana, hasta que la encontré, ese día a las 6:00 de la tarde en el facebook. La sentía triste, deprimida. Indagué por saber qué es lo que pasaba y me explicó que sus dramas y perturbaciones no la dejaban en paz .Había pensado toda la semana en llamarme a mi celular pero evitó hacerlo. Le increpé por ello y le manifesté toda mi disposición para ella.
Quedamos para vernos a las 8:30 en el centro de la ciudad.
Su necesidad de verme y el hecho del compartirme sus sentimientos dramáticos me hicieron creer que sentía algo por mí, que podía amarme y que ansiosa venia a mis brazos y me apapachaba con sus besos dejándome perturbado, pero lleno de placenteras caricias. Estaba delirando desde luego.
Llegó casi cuarenta minutos tarde, pero en fin, caminamos buscando un café en medio de esta ciudad cucufata y que duerme a las diez de la noche. No había lugares donde sentarnos y platicar un poco. Hallamos un chifa barato y ahí llevamos un pedazo de torta y solo compramos las bebidas para extender nuestras chácharas personales. Solo hablamos de trivialidades, evadía el fondo de mis preguntas cuando le increpaba por saber de sus malestares depresivos. Ya eran las once de la noche y decidimos salir del lugar y caminar. Metió sus brazos entrecruzados en su chompa y no quiso sacarlos a la intemperie, Le ofrecí un cigarrillo y no aceptó, no quiero sacar mis manos, tengo mucho frio, me dijo. Le ofrecí entonces ponerle el cigarrillo en sus labios cada cierto tiempo mientras avanzamos y mirábamos la noche y los paseantes por la calle.
Llegamos al paradero para tomar su carro. Opté por no decirle lo mucho que empezaba a quererla. Esperaba que fuera en otra cita donde pudiera desplegar desplieguen mis sentimientos al máximo. Llegamos al lugar y no quería irse, yo tampoco, claro que sabia por qué (en el trayecto había visto a su ex, al que le dedica sus delirios poéticos y las claves de sus canciones que pega en su cuenta del faceboock ) pero me hice el desentendido. Aun así, pensé que podría ser parte de alguna venganza y se entregue a mí. Desde luego no importaban las formas, quería dedicarle mis versos, tenerla en mi cama lo más pronto posible y beberme cada centímetro de su cuerpo.
Como todo estaba cerrado y la gente era poca y solo había un ambulante que vendía sus cigarrillos y golosinas, compramos unas galletas y nos quedamos sentados en las gradas de un paradero conversando de muchas más trivialidades suyas, de pronto la maldita confesión personal de su respectiva teoría:
-Yo no tengo muchos amigos, son pocas personas en las que puedo confiar, solo tengo algunos amigos
-ummmm- musité adivinando a donde iban sus palabras
-De hechos a veces salgo con T y con un amigo llamado C, pero de ahí no tengo a nadie mas… bueno ahora te tengo a ti.
Hasta que lo dijo y me dolió horrible como si me clavaran una daga en el cuello, Agaché mi cabeza ¿acaso no se daba cuenta que cavilaba tristemente? Era solo un miserable amigo para ella.
Le expliqué que yo no creía en la amistad y esas boberías de los abrazos y protocolos que se endilgan mutuamente. Solo converso con quien me interesa y si una mujer me gusta, no soporto de las féminas recibir sus condolencias amicales.
-¿Acaso no sabes lo mucho que me gustas?- le pregunté
No respondió y se quedó por un momento perdida. Me recordaba a María Irribarne.
-Sabes, voy a decírtelo de una vez…
Cuando me disponía a decírselo, un grupo de policías que rondaban la calle se reunieron cerca a nosotros y no me dejaban completar las frases de mi declaración. La madrugada ya nos daba su bienvenida golpeándonos con pequeña ráfagas de viento nuestros rostros, pero seguíamos sentados ahí.
Los malditos policías seguían con su plática y yo no podía articular nada.
Hasta que se fueron y yo quise que estuvieran muertos. Retomé mi propósito y logré decirle lo que sentía y la abracé dándole besos desde su frente hacia la ruta de sus labios y ella no me lo impedía. Cuando estaba sin respuestas y a unos milímetros de sentir su boca, aparecieron una jauría de perros callejeros que ladraban y jugueteaban a nuestro alrededor además de perseguir a una hembra, provocando todo el escándalo posible que desdibujaban ese momento , que presumiblemente debía ser romántico. Los perros se fueron por un momento y me increpó:
-Tú no me conoces, yo no estoy preparada para tener una relación. Además no sabes nada de mí ni de las personas con las que estuve- expresó desafiante para que me olvidara de mi sentimiento.
Claro que sabía todo de ella, sus amores, sus amantes, pero no se lo dije.
-Tu solo eres mi amigo, yo te estimo. No puedo estar con alguien que no me provoca pasión. Quiero sentir…
Trate de prometerle cosas, cariño., entrega y dedicación hacia ella, pero continuaba con la cantaleta del amigo. Yo le volvía a explicar que descreía de la amistad. Ya eran las tres de la madrigada, el frio era mayor. La tenía abrazada e intenté por última vez al menos, besarla. La miré a los ojos y me acerqué nuevamente a su boca y se alejó intempestivamente. La jauría de perros se acercaba. No había nada más que hacer. La tomé del brazo y la acompañé a tomar su taxi. Se fue.
Desde luego ardía en rabia.. Dos perros de la jauría se acercaron y me siguieron alrededor de mas de de diez cuadras mientras caminaba fumando unos cigarrillos y asumía mi fracaso.
Trate de dormir, pero no podía, tome Sputnik, mi amor de Murakami, encendí mi computadora y abrí mi cuenta del facebook y coloqué en mi muro aquel comienzo que me había conmovido hasta el espasmo:



“A los veintidós años, en primavera, Sumiré se enamoró por primera vez. Fue uno amor como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizo todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo.”



Al hacer esto, recién pude conciliar el sueño.

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