Carlos Rivera
Para muchos, que transitamos por el oficio periodístico, Don Carlos Meneses Cornejo significa respeto, valor, lealtad y disciplina. Es decir la valía de un gran hombre de prensa, un verdadero maestro de la responsabilidad del periodista. Siempre tenia (y hasta ahora lo demuestra) tiempo para los jóvenes. Recuerdo que cuando empezamos en esta lid, nos dedicaba su espacio para conversar, intercambiar puntos de vista, bajarnos de las nubes inquisidoras en las que a veces caemos los periodistas, unas por ingenuidad idealista otras por malicia adrede. Don Carlos se adentraba en nuestras vidas, diarias como ciudadanos, como hijo, como padre y como hermano. Nos hablaba al corazón y de ahí nos conducía por la enseñanza moral y el comportamiento ético de nuestro oficio. Pues así enseñan los verdaderos maestros, con virtudes y con humanidad. Decirle don Carlos era como referirnos a nuestro segundo padre y no estrictamente al director del Diario que ya lo hacíamos por protocolo de la empresa periodística donde trabajaba.
Que gran personaje, de humor irónico, characato hasta la punta de los huesos, articulista de pluma elegante, comentarista histórico de nuestras tradiciones arequipeñas. Por su dirección y enseñanza hemos pasado varias generaciones de periodistas que le debemos mucho más que gratitud. Don Carlos significa la huella imborrable del oficio de periodista puesto al servicio de los ciudadanos. Bien merecido el homenaje que le tributaron hoy en la III Feria Internacional del Libro 2011.
Para muchos, que transitamos por el oficio periodístico, Don Carlos Meneses Cornejo significa respeto, valor, lealtad y disciplina. Es decir la valía de un gran hombre de prensa, un verdadero maestro de la responsabilidad del periodista. Siempre tenia (y hasta ahora lo demuestra) tiempo para los jóvenes. Recuerdo que cuando empezamos en esta lid, nos dedicaba su espacio para conversar, intercambiar puntos de vista, bajarnos de las nubes inquisidoras en las que a veces caemos los periodistas, unas por ingenuidad idealista otras por malicia adrede. Don Carlos se adentraba en nuestras vidas, diarias como ciudadanos, como hijo, como padre y como hermano. Nos hablaba al corazón y de ahí nos conducía por la enseñanza moral y el comportamiento ético de nuestro oficio. Pues así enseñan los verdaderos maestros, con virtudes y con humanidad. Decirle don Carlos era como referirnos a nuestro segundo padre y no estrictamente al director del Diario que ya lo hacíamos por protocolo de la empresa periodística donde trabajaba.
Que gran personaje, de humor irónico, characato hasta la punta de los huesos, articulista de pluma elegante, comentarista histórico de nuestras tradiciones arequipeñas. Por su dirección y enseñanza hemos pasado varias generaciones de periodistas que le debemos mucho más que gratitud. Don Carlos significa la huella imborrable del oficio de periodista puesto al servicio de los ciudadanos. Bien merecido el homenaje que le tributaron hoy en la III Feria Internacional del Libro 2011.
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