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martes, 11 de octubre de 2011

EL ASESINATO COMO ARTE (*)

Carlos Rivera


Todos los años el mes morado de octubre se tiñe de rojo. En nombre del arte y de la fe al Señor de los Milagros se da rienda suelta a la barbarie, al más cruel exhibicionismo de sangre y sufrimiento. Cual circo romano la Plaza de Toros de Acho heredó esta crueldad, pero, a la inversa, es decir, las fieras, (los leones) ya no devoran humanos, ahora en nombre del arte -¿De qué tipo?, ¿de qué estilo?- enarbolan un crimen como si le rindieran un tributo a tamaña tradición bárbara. Pero ahora tienen abolengo, publicidad y visten de frac. La víctima es el toro y celebran su muerte echando rosas, pañuelos blancos, arengando gritos a rabiar cuando el héroe fantoche (el torero) con su espada da la estocada final, bañándolo en dolor y sangre luego de haberle clavado un sin fin de banderillas con puntillas letales en su lomo.
Este ritual de mentalidad asesina es celebrado con solemnidad de status, de clase, lo peor de todo… como arte. Vuelvo a preguntarme ¿De qué arte estamos hablando?, ¿acaso tradicionalista, esteticista? Tauromaquia dirán muchos.

Este macabro banquete visual es aplaudido por muchas gentes de pudiente estirpe, los hay ministros, congresistas, embajadores y hasta reyes. La coherencia y la razón huirían despavoridas de estas corridas.
De qué solidaridad humana pueden hablar, después de haber gozado con la muerte de un animal ¿O los toros están excluidos de esa norma elemental que habla del respeto a la vida?
Pero los amantes de este “arte”, los taurómacos y taurófilos me dirán tal vez que no he visto la estética de esta fiesta, que no he analizado con estilo crítico aquellos movimientos de valentía y destreza, los pases de ensueño o las precisas estocadas de delirio.

No se puede ver arte en la sangre rociada en la arena, las orejas y el rabo, cortadas mientras el toro agoniza, o los previos maltratos que sufre para dejarlo moribundo cuando se enfrente a la cobarde bestia ( el torero) que sonríe ,recibe aplausos, besos en señal de triunfo cuando lo asesina.
Y si esto es arte, entonces hagamos un gigantesco óleo con cuerpo mutilados a la luz de una noche estrellada, decorándola con pinceladas que broten de la mano del más talentoso artista.

No imagino a Cristo bajando a la Tierra en octubre aplaudiendo a rabiar aquella fiesta de crimen que dedican en su nombre.
Ningún derecho puede amparar celebrar con la muerte de un animal. Ninguna costumbre puede arroparle a esta fiesta de sangre la membrecía de tradición Estamos en la obligación moral, ética y humana de condenar esta crueldad que a los ojos de la conciencia y el raciocinio es un vil asesinato (realizada por cobardes hombres, claro está)

Luego hablamos de derechos. ¡Qué hipocresía bárbara de nuestra humanidad!

(*)Publicado en el Diario Arequipa al día el 11 de noviembre del 2002

1 comentario:

Charly Caballero dijo...

yo también me aúno al rechazo a las corridas de toros. El argumento artístico y/o cultural en favor de las corridas de toros pretende meter en un saco toda manifestación humana sin ningún tipo de examen ético. Las costumbres son construcciones culturales que no se mantienen intactas sino que cambian a través del tiempo de acuerdo a las circunstancias y porque quienes las cultivan también cambian. Conservar este espectáculo privándolo de lo macabro que es contemplar la muerte de un animal es posible siempre y cuando exista la voluntad de admitir que una tradición no tiene que mantenerse intacta una eternidad sobre todo cuando quienes la celebran ofenden la sensibilidad de quienes la censuran. Ello es tener una vocación intercultural: yo cedo un poco y tú también.