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martes, 27 de septiembre de 2011

CONVERSANDO CON EL MAESTRO






Carlos Rivera


El excesivo frío de aquella noche, me condujo a acomodarme la chalina y a fumar cigarrillo tras cigarrillo a fin de controlar los temblores ocasionados por la inclemencia del clima.
Avancé rápidamente por la calle Mercaderes, acostumbrado a ver sentados a los indigentes en el suelo a esas altas horas de la noche. Pero ese día había alguien extraño tendido en un pedazo de la acera mirándome con una suave sonrisa. Me detuve a contemplarlo pensando que su locura o su desdicha no lo conllevarían a un acto de rechazo o vergüenza. Raudamente se puso de pie dejando los cartones y me habló así:




-Acompáñame- dijo como si de su boca brotara un manantial de melodías. No supe darle una inmediata respuesta; a pesar de que disfrutaba la complacencia de una sabia y tierna voz.

-¿A dónde? - le interrogué curioso.

-Solo, sígueme.

Dimos unos pasos; sentí que no hacia el más mínimo ruido al caminar y al observar su imponente mirada y esa muy conocida melena y barba supe quien era ese hombre: Era Jesús, y entablamos este dialogo.

-¡Jesús! – le dije- ¿Tú aquí?, ¿en Arequipa?

-Si, hijo, mi ardua tarea de velar por el mundo me compromete a no hacer distinciones entre ciudades y seres humanos. Yo os digo “Amaos los unos y los otros” Y “bañaos los corazones de bondad y felicidad para todos los hombres”

-Pero aquí nadie se ama, los odios parecen dominar el mundo. Todo está mal, Jesús.

-Mira tu corazón y allí encontraras la verdad, la luz y respuestas a tus dudas.
-Disculpa Maestro, yo no creo en esas cosas…

-¿Y en mí?
-Lo siento señor… ¡tampoco!

-¡Vaya!, así que eres uno de esos jovenzuelos afanados en negar mi presencia en el reino de este mundo, dime muchacho ¿Por qué me ves y sabes quién soy?
-Presumo que esta es una ilusión, un sueño o tal vez la fuerte presencia histórica y religiosa- y los decires de muchos hace que te vea como tal. Además, Borges dijo que…

-No me vas a venir con dilucidaciones literarias ahora.
-Lo siento, Maestro pero debes saber que Borges escribió “Las tres versiones de Judas” donde legitima al que te traicionó dándole la misma divinidad que a ti te corresponde.

-Este Borges, si que me agradó tenerlo en la tierra, un hombre muy erudito y talentoso, pero recuerda fue solo un hombre.
-Borges también dijo…

-No he venido aquí para oírte disertar sobre metafísica literaria. He venido para conversar un momento contigo. Curioso, hijo, no te has dado cuenta que ya no tiritas de frío ¿Acaso sientes dolencia o malestar alguno?, ¿si tú no creyeras en mí no hubieras aceptado acompañarme?
-Lo hice por curiosidad, has de saber que soy periodista y esta sacrosanta profesión me obliga a enfrentar los vericuetos de los temas intrigantes.

-¡Vaya! Qué difícil te pones muchacho. ¿Probablemente hagas una crónica de nuestro encuentro?
-No Maestro. Te lo juro…

-Bienaventurada tu vena artística. Tienes sentimiento, pasión y razón. Desde luego las monedas no te deben alcanzar ni para el té.
-No lo creas, siempre me cae dinero por algunos cachuelos.

-¿Desde cuando lees?
-Desde pequeño leía bastante. Así descubrí la hermosura de la palabra y la belleza sin fin de las historias. En esos tiernos años creía en Dios y las historias de la biblia maravillaban mis días, iba a misa los domingos, no decía malas palabras. En fin, era alguien puro.

-Pero todos los niños son así. Por eso dije “Dejad que los niños vengan a mí” porque para ellos será mas fácil entrar a mi reino.
-No, no me refería a eso, solo que, te confieso algo: aspiraba a ser santo y vivir en ese infinito paraíso de querubines y serafines que quizás guardes con mucho celo para tu bendecido ejército de santidad.

-Pretenciosos muchacho, quizás lo hubieras logrado si no le pusieras a tu corazón ese enorme candado. Además, los santos y mis ángeles no están en ese lugar imaginado por tu escaso entendimiento de la divina eternidad.
-Es que yo no le pongo ningún candado, señor…

-Bien, incrédulo postmoderno, tócame, ¿Puedes sentirme?
-…Sí

-Entonces te das cuenta que estas equivocado
-Y si existes por qué permites tanta miseria y sufrimiento, ahí tienes las matanzas en África, la guerra en Irak, el hambre criminal, la pobreza es cada vez más extrema ¡Dónde iremos a parar señor!

-El hombre se destruye así mismo ¿Acaso no te has dejado arrastrar por esa corriente de odio e inhumanidad?, ¿no has celebrado esos placeres llenos de pecado que pervierten tu mente y espíritu?
-Entonces razón tenía Saramago, cuando alguna vez afirmó, que no daría nada por el mundo dentro de 50 años.

-Saramago es un comunista y pesimista que por cierto ficcionó “el Evangelio”…
-…Según Jesucristo

-Sí, si claro
-Pero Maestro, ¿Tenemos esperanza de salvarnos del exterminio?

-¿Entonces que crees que estoy haciendo ahora al conversar con un agnóstico como tú si no creyera en esa hermosa palabra “Esperanza” que revive muertos y alivia espíritus tristes como el tuyo?

-¿Por que no rezas e imploras una plegaría por la paz?
- No rezo hace muchos años. Además, no me gustan las iglesias, tampoco las fiestas ni las borracheras que se da en tu nombre con el pretexto de las celebraciones de tu fe.

-Sí, las he observado detenidamente, pero te recuerdo que no siempre disfruto de estas festividades Yo no tengo la culpa de sus tradiciones.
-¿Y no piensa hacer nada?

-Es algo que a ti no te compete y entenderán solo los que siguen mi palabra ¿Has leído la Biblia?
-¡Por supuesto! Es un libro de mucha sabiduría, muchos castigos, tragedias, es un libro fuerte.

-Mi padre no creó la vida para que la felicidad viniera a plenitud y fácil. ¿Lees Filosofía?
-Sí, a Shopenhauer, Sartre, Camus, Nietzsche …

-¡Basta!, con razón tu pesimismo y desesperanza. Creo que gustas del sufrimiento.
-Kierkeegard a través del dolor comprendió la existencia…

-Pero se olvidó de encontrase así mismo. Dejémoslo allí que ya se hace tarde. Solo recuerda: los libros son un camino pero no la verdad final; ¿Qué hora es?
-¿Tú? ¿Preguntando la hora?

-Vaya que tu necedad es más grande que el monte Sinaí. Quieres comprender lo complejo, pero has de saber que en la insignificancia está la sabiduría. Y ya que te interesa la literatura ¿acaso no has leído aquella frase del El Principito: “lo esencial es invisible a los ojos”?

Atravesamos el Pasaje de la Catedral. En la calle Santa Catalina Jesús se despidió dándome su bendición. Se perdió de mi vista y empecé a temblar. La incertidumbre me invadía otra vez.
Quise ensayar algunas Interpretaciones de lo sucedido mientras avanzaba a paso cansino. Llegué al paradero. Había un taxi y el chofer era un amigo mío.

¿Adivina con quién estuve conversando?- le solté la pregunte como un rayo-.
¿No me digas que con ese loquito que se cree Jesucristo?

Febrero, 2004

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