Carlos Rivera
Desde luego que el panfleto es una herramienta valedera y útil en la política. El ejercicio de esta representa a la vez una síntesis del pensamiento ideológico o doctrinal llenas de arengas explícitamente de compromiso e involucramiento emotivo. Por eso Marx y Engels empiezan El Manifiesto Comunista con esta poética frase (solida y temeraria): “Un fantasma recurre Europa: El fantasma del comunismo”, conmoviendo al mundo a sumarse a esta aventura romántica y proletaria. Pero el proletario de Europa de mediados del siglo XIX leía, quería entender el proceso de su realidad. En el Perú, nuestra izquierda tampoco fue y es ajena a este proceso panfletario pleno de arengas en su lucha política, elucubrando panfletos para todos los gustos y matices, atizando el fuego de las praderas con arengas inteligentes, otras veces incendiarias y otras, lacrimógenas para cada una de las exposiciones que tenían los dirigentes con sus bases.
Pero, como el discurso es para la masa y nuestro masa son los pobres (con una pésima educación, y con mil suplicios cotidianos que enfrentar) y universitarios, sindicalistas y demás que creen en esta utopía revolucionaria, los lideres de la izquierda y de los colectivos se arman de una retorica arcaica, panfletos redundantes, comunicados extensos que nadie lee, invocando las generalidades bienintencionadas. Por qué ¿quien no quiere un Perú mejor? ¡Pues todos!
Un abuso de este instrumento crea dependencia, obsesión, una incapacidad por mirar los horizontes de la realidad y adentrarse en discusiones más profundas o al menos, esclarecedoras sobre un tópico. Entonces, ante la ausencia de argumentos sale el panfleto, el comunicado, la declaración a través de los medios de prensa y las redes sociales y arremeten con las arengas por doquier. Sabiendo que la masa solo necesita invocaciones, gestos y gritos, sus líderes ensayan frases poéticas plenas de sentimentalismo barato y con la invocación de los mismos temas de siempre que poco han variado como: La patria, la nación, la igualdad, Arguedas, Arequipa revolución, nacionalismo, abajo el imperialismo. Etc.
Abimael Guzmán hablaba del feudalismo en el Perú, SL distribuia panfletos mostrando una realidad inposible, arengaban su explicito odio a la burguesía peruana a quienes llamaba enemigos del pueblo. Nadie se daba cuenta que era un criminal , un ser anacrónico que vivía con un pie en la china de los años 30 y otro en medio de sus burgueses y exquisitos gustos contemporáneos. La arenga y el panfleto elevado al grado de una utopía criminal que nos dejó miles de muertos.
Desde luego que el panfleto es una herramienta valedera y útil en la política. El ejercicio de esta representa a la vez una síntesis del pensamiento ideológico o doctrinal llenas de arengas explícitamente de compromiso e involucramiento emotivo. Por eso Marx y Engels empiezan El Manifiesto Comunista con esta poética frase (solida y temeraria): “Un fantasma recurre Europa: El fantasma del comunismo”, conmoviendo al mundo a sumarse a esta aventura romántica y proletaria. Pero el proletario de Europa de mediados del siglo XIX leía, quería entender el proceso de su realidad. En el Perú, nuestra izquierda tampoco fue y es ajena a este proceso panfletario pleno de arengas en su lucha política, elucubrando panfletos para todos los gustos y matices, atizando el fuego de las praderas con arengas inteligentes, otras veces incendiarias y otras, lacrimógenas para cada una de las exposiciones que tenían los dirigentes con sus bases.
Pero, como el discurso es para la masa y nuestro masa son los pobres (con una pésima educación, y con mil suplicios cotidianos que enfrentar) y universitarios, sindicalistas y demás que creen en esta utopía revolucionaria, los lideres de la izquierda y de los colectivos se arman de una retorica arcaica, panfletos redundantes, comunicados extensos que nadie lee, invocando las generalidades bienintencionadas. Por qué ¿quien no quiere un Perú mejor? ¡Pues todos!
Un abuso de este instrumento crea dependencia, obsesión, una incapacidad por mirar los horizontes de la realidad y adentrarse en discusiones más profundas o al menos, esclarecedoras sobre un tópico. Entonces, ante la ausencia de argumentos sale el panfleto, el comunicado, la declaración a través de los medios de prensa y las redes sociales y arremeten con las arengas por doquier. Sabiendo que la masa solo necesita invocaciones, gestos y gritos, sus líderes ensayan frases poéticas plenas de sentimentalismo barato y con la invocación de los mismos temas de siempre que poco han variado como: La patria, la nación, la igualdad, Arguedas, Arequipa revolución, nacionalismo, abajo el imperialismo. Etc.
Abimael Guzmán hablaba del feudalismo en el Perú, SL distribuia panfletos mostrando una realidad inposible, arengaban su explicito odio a la burguesía peruana a quienes llamaba enemigos del pueblo. Nadie se daba cuenta que era un criminal , un ser anacrónico que vivía con un pie en la china de los años 30 y otro en medio de sus burgueses y exquisitos gustos contemporáneos. La arenga y el panfleto elevado al grado de una utopía criminal que nos dejó miles de muertos.
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