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“El valor de las opiniones se ha de computar por el peso, no por el número”
Seneca
Carlos Rivera
La emoción colectiva implica ánimos o conductas distintas a la de los individuos. La masa no asume una conciencia plena y responsable de sus actos, sino que está supeditada al impulso y la emotividad que se desprende de algún interés o intereses. Pero, ¿el pueblo es sabio? ¿El pueblo puede tomar decisiones siempre correctas o acordes a un acto de bondad y humanidad superior o sensatez en todo caso?
A lo largo de la historia se han cometido muchas masacres, abominaciones o villanías en el cumplimiento de un mandato que se creyó ley divina: si el pueblo quiere muerte, muerte le daremos. Si el pueblo quiere sangre, sangre habrá. Ese dogmatismo teológico fue bien aprovechado por los caudillos de toda laya y estofa ideológica.
Las tiranías, en aras de esconder sus falencias de gobierno, su estrechez mental o sencillamente su incapacidad para comprender los procesos sociales o las particularidades y necesidades de cada localidad o región han hecho –y hacen– de la frase “la voz del pueblo es la voz de Dios” su leit motiv para consolidar un populismo destructivo que tenga contenta a la muchedumbre.
Se intenta dotar a esta frase una connotación democrática acerca de las decisiones de la ciudadanía alrededor de una discusión o un reclamo. Obviamente, ello está muy lejos de la expresión tácita pero imperativa que se desprende de la frase que es materia de este artículo. El consenso, desde luego, es una expresión democrática forjada a través de un proceso con la explicitación de los pros y contras de planteamientos, de lo cual resulta la victoria de una relativa mayoría. La democracia no es imposición, tampoco una estructura perfecta que permita la satisfacción plena de todos; en todo caso, busca el bienestar común y se manifiesta en una forma de gobierno o sistema político que delega poder en las autoridades elegidas por mandato popular. Y, como tal, está sujeto a yerros u omisiones.
La voz del pueblo pidió y clamó ajusticiar al acalde de Ilave Cirilo Robles, lo torturó, lo golpeó y finalmente lo mató. Tiempo después se supo que era inocente.
Hugo Chávez se adueña y apropia de la opinión y derechos de todos los venezolanos, amenaza, se siente amo y señor del destino de sus ciudadanos. Cualquier intento de alguien de debatir con él o enrostrarle alguna verdad sobre el régimen es aplastado por las huestes chavistas.
Desde luego que la voz del pueblo no es la voz de Dios, (para los que creen), él debe estar ocupado en cosas más importantes. Si Dios es perfecto omnisciente y eterno, desde luego las decisiones del pueblo lo serían también. Tamaño peligro el de arrebatarnos prerrogativas divinas sabiéndonos imperfectos.
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