Carlos Rivera
Nuestro
superhombre llegó hasta lo infinito del
universo y encontró a Dios reposado en
una excelsa luminosidad. Ninguna
descripción podría dilucidar aquel paraje: aquello era luz,
geometría, cuerpo, ¡todo! Dios había
esperado el encuentro por millones de
años, ningún ser pudo llegar jamás a esa orla misteriosa. Moisés solo vio una zarza
ardiente, Elías se quedó ciego de tan
solo ver un poco de él; los hebreos
creían que Dios reposaba en el Arca de la Alianza. Cristo habló de su reino y
nunca dijo como era su padre y la bitácora de su reino.
El
superhombre era inmortal, volaba, caminaba sobre las aguas, fue preparado por los más sabios
heresiarcas del mundo, fue cultivado con
una genética avanzada nunca antes realizada por la humanidad.
El
superhombre tenía la fuerza de Aquiles, el cerebro de Newton, y el raciocino de
Leibniz. Ninguna lengua le era ajena y podía
combinar las lenguas muertas con
giros idiomáticos que se le ocurrían. Lo
sabía absolutamente todo.
Fue
encomendado descubrir el origen de la vida, la génesis de la obra humana.
Cuando estuvo muy cerca a Dios, le
peguntó todo lo que quería saber y fue
feliz por la verdad. Trató de alzar
vuelo y partir de regreso y ya no podía hacerlo,
pensó en alguna forma de elucubrar acerca de la ausencia de sus
poderes. Era insulso. Embargado por
sentimientos miserables, acorralado por los miedos y cobardías de un mortal
humano se rindió ante ese poder omnipotente.
Dios exterminó a nuestro superhombre y espera la próxima venganza de la humanidad.
1 comentario:
GRAN COMENTARIO, FELICITACIONES AMIGO.
SOY CARLOS NIETO
carmanieto@hotmail.com
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