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viernes, 22 de julio de 2011

¡Así es mi tierra!




A Juan Carlos Valdivia Cano, gran maestro y gran amigo.



Carlos Rivera


Arequipa, mi tierra ferviente

sigue siempre tus rumbos de luz;

la bandera peruana a tu frente

y en la cima del Misti la cruz.


(Letra del Himno de Arequipa)




Nacer en Arequipa para un humilde ciudadano (cholo recio picantero) como yo, es una maravillosa bendición que el destino o Dios derramó sobre mi como un especial milagro.
Deslizarnos por el temple, coraje y la bravía de su gente como características especiales, es adentrarnos en un magma de emociones donde además la geografía, la historia, el clima y su fe, resultan los fundamentos que le dan sostén a estas singularidades.
A lo largo de mi vida he tenido momentos y espacios que me han permitido asimilar a Arequipa desde cierta cronología personal, con circunstancias llenas de apasionamiento, o abatido con el sentir lacrimógeno. Inventando una nación (nuestra república independiente) –como todos los arequipeños– que, desde luego, solo es baladí con la noble intención un tanto literaria o de epopeya.
Crecí oyendo Los Dávalos, La Pampeña, bailando su carnaval, entoné en casi todas las actuaciones de mí colegió el Himno de Arequipa con fervor patrio luego del Himno Nacional. Esperaba las fiestas por el aniversario con curiosa devoción y alegría. Disfrutaba con las parodias de los Lonccos que hacía un periodista en una emisora local. Hemos recorrido con mi familia buscando de picanterías, he leído un poco de su historia y su literatura y disfruté de los clásicos del futbol regional entre Melgar y Aurora. Me volví hincha del Yanahuara FBC. Creía que Arequipa se podría enfrentar al mundo y competir de igual a igual. En fin.
Pero, uno va asimilando y remozando sus amores y los asume con la misma pasión y el mismo sentimiento, solo que también uno entiende que el amor a la tierra debe sintonizar con la realidad (deseo, visión y acción), comprendiendo que todo evoluciona. Ya no tengo ese espíritu regionalista. Soy más peruano y arequipeño, sin que estas identificaciones se anulen con supercherías sobrevaloradas.
La ciudad ha crecido y cambiado, se hace más moderna, los inmigrantes de nuestras hermanas ciudades de Puno, Cuzco se han constituido en la gran masa poblacional.
Hay grandes problemas que enfrentar; el más grande: liderar un verdadero proyecto regional para todos, encausando a nuestra tierra por el camino del desarrollo sobre la base de nuestras potencialidades.
No me gusta la Arequipa que se levantó en junio del 2002 (por más que me endilguen falta de espíritu arequipeño) y tampoco esa posición tradicionalista de unos que enarbolan un discurso rebelde solo para la foto o una campaña política. Quiero que mi tierra sea un ejemplo concreto, que podamos voltear la tortilla y darle a nuestro carácter revolucionario una dimensión de acción heroica para vivir mejor y darles a nuestros hijos un hermoso mañana.
Porque amo Arequipa a veces reniego de ella. Crítico a sus políticos actuales que rebajan el debate a una comparsa de nimiedades y ofenden a sus más dignas glorias como Francisco Mostajo, Víctor Andrés Belaunde, Bustamante y Rivero. No me gusta verla destruida cuando algunos forajidos disfrazados de luchadores sociales la aniquilan y la ensucian so pretexto de alguna reivindicación. No me gusta cuando la veo gris, cuando veo que sus autoridades poco hacen por volverla más bella, atractiva y productiva, o sus empresarios la convierten solo en refugio de sus dineros exprimiendo el bolsillo de la gente sin asumir responsabilidades sobre ella.
Quiero verte unida, grande y ejemplo de ciudad. Feliz aniversario, Arequipa.

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