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domingo, 17 de febrero de 2008

Las escandalosas artes del plagio de una escritora oficial cubana

WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
Veinte años después de protagonizar el mayor escándalo por plagio literario en la historia cubana contemporánea, la autora de libros infantiles Alga Marina Elizagaray está de vuelta en la vida pública como si el recuerdo de sus apropiaciones textuales se hubiera esfumado.
Elizagaray, de 72 años, participa estos días en las actividades de la XVII Feria Internacional del Libro de La Habana, donde presentará su título Se hace camino al leer, publicado por la Editorial Oriente, y hablará en un panel sobre literatura infantil. La ex funcionaria y prolífica autora parece renacer de sus propias ruinas intelectuales con el respaldo de las instituciones oficiales, como si nada hubiese ocurrido con su nombre y conducta.
La memoria ha quedado en la trastienda del Ministerio de Cultura y la Unión de Escritores de Artistas de Cuba (UNEAC), entidades promotoras de la feria habanera que ahora catapulta a Elizagaray como prominente escritora de textos infantiles.
Fue precisamente el Consejo Nacional de la UNEAC el que emitió un fallo en 1989 confirmando la expulsión definitiva de Elizagaray del organismo por ``utilización inescrupulosa de textos ajenos en buena parte de su obra publicada''.
La nota de la UNEAC, aparecida en La Gaceta de Cuba, daba cuenta de que la decisión se ratificó después de la intervención de una Comisión de Etica y del Ejecutivo de la asociación, que investigaron exhaustivamente las alegaciones presentadas en su contra y acordaron ``la separación de la mencionada escritora al comprobarse la veracidad de los hechos imputados''.
Los sucesos se remontan a julio de 1988, cuando el poeta e investigador literario José Antonio Gutiérrez presentó a la dirección de la UNEAC un documento con abrumadora evidencia de que toda la obra escrita de Elizagaray era un calco de reconocidos escritores cubanos y extranjeros. La pesquisa de Gutiérrez arrojó que la autora había incorporado en sus escritos textos casi idénticos de 44 libros y 36 autores, entre ellos los narradores y estudiosos del folclor afrocubano Ramón Guirao (1908-1949) y Lydia Cabrera (1899-1991).
El estudio de Gutiérrez se sustentó fundamentalmente en los plagios a los cuentos de Guirao y Cabrera, quien marchó al exilio en 1960 y vivió en Miami hasta su muerte.
''Era un caso sin escapatoria posible'', recordó Gutiérrez, que reside en Miami desde el 2006. ``Cuando le llevé el informe al entonces presidente de la UNEAC, Abel Prieto [hoy Ministro de Cultura y miembro del Buró Político], dijo que era algo que daba asco''.
Elizagaray se defendió diciendo que había sido ''víctima del vampirismo de un grupúsculo de la UNEAC'', pero las pruebas fueron contundentes.
Tras casi un año de análisis interno en la UNEAC, incluyendo las valoraciones de una comisión de especialistas que acogió la apelación de Elizagaray, se decidió separarla de la entidad en junio de 1989.
Gutiérrez dice que le prometieron publicar su trabajo investigativo, pero finalmente se engavetó en medio de gran oposición de figuras como la ensayista Graziella Pogolotti, vicepresidenta de la UNEAC, y el escritor Miguel Barnet, quien temía que Cabrera pudiera demandar a las editoriales cubanas. El Monte, obra capital de Cabrera, se editó en Cuba sin su consentimiento en 1989.
Algunos de los ejemplos contrastados por Gutiérrez hablan elocuentemente de los estragos literarios de Elizagaray. El fragmento que sigue es una ''recreación'' del folclor para niños, aparecido en su libro Fábulas cubanas (1985):
Era una Oreja que había venido a menos. Una Oreja muy pobre y de contra tan apegada a tambores, guitarras, maracas, tambores y toda clase de instrumentos musicales, que se olvidaba
de vender a buen precio la cerilla.
Los comentarios entre sus amistades eran siempre los mismos: que la Oreja en el bembé, que la Oreja en las rumbantelas, que la Oreja en la fiesta de Ochá...Bueno, para no cansarles, el caso es que esta Oreja estaba siempre dondequiera que hubiera alboroto y tiroriro. Y mientras tanto... la Oreja iba debiendo tres meses del alquiler de su casa.
En el original de La Oreja y el Mosquito, incluido en el volumen Cuentos Negros de Cuba, inicialmente publicado por Cabrera en París en 1936 y reeditado en La Habana en 1961, reza:
Era una Oreja que había venido a menos.
Una Oreja muy pobre y de contra tan prendada de tambores, guitarras, timbales, guayos y maracas, que se olvidaba de vender a buen precio su cerilla. O dándosela a crédito a alguna beata de su parroquia para la lamparilla de sus Santos, no se acordaba luego de cobrarla.
Que la Oreja en el bembé, la Oreja en la fiesta de Ocha, la Oreja en las rumbantelas, la Oreja en las Claves --dondequiera que había tiroriro y... la Oreja iba debiendo tres meses de alquiler de casa.
Elizagaray se ''inspiró'' también en varios de los más notables cuentos afrocubanos de Guirao, como Obatalá y Orula, que la autora titula como Orula miente y no miente, que parafrasea a partir de otro relato original de Cabrera (Obbara miente y no miente). Este es el texto de Elizagaray:
Hacía mucho tiempo que el gran Obatalá, rey de reyes, venía observando que Orula tenía mucha imaginación... En más de una ocasión pensó entregarle el mando del mundo, pero cuando reflexionaba detenidamente su propósito desistía, porque consideraba que Orula era demasiado joven para una misión de tanta importancia, a pesar del buen juicio y de la seriedad de sus palabras y actos, un día, el gran Obatalá quiso saber si Orula era tan listo como parecía y le ordenó:
--Prepárame la mejor comida que puedas imaginarte.
Así aparece en el original de Guirao, en Cuentos y leyendas negras de Cuba (1942):
Hacía mucho tiempo que Obatalá venía observando lo imaginativo que era Orula... En más de una ocasión, pensó entregarle el mando del mundo, pero cuando reflexionaba detenidamente su propósito desistía, porque Orula era demasiado joven para una misión de tanta importancia, a pesar del buen juicio y seriedad de todos sus actos. Un día, Obatalá quiso saber si Orula era tan capaz como aparentaba, y le ordenó que preparara la mejor comida que se pudiera hacer.
Imposibilitado de publicar sus denuncias en Cuba, Gutiérrez decidió presentar las conclusiones del caso en el magazine cultural venezolano La Hora O, a fines de 1993. Para esa fecha, Elizagaray comenzaba a reinventar su trayectoria literaria como personalidad invitada al I Coloquio Internacional de Literatura Infantil, efectuado en Caracas, Venezuela, del 5 al 9 de octubre de 1993.
Gutiérrez había sido inicialmente invitado al evento, pero por razones desconocidas el pasaje nunca le llegó a la Isla Margarita, donde se encontraba con una gira artística. El escritor residió en Venezuela 13 años antes de venir a Estados Unidos.
La copiosa bibliografía producida por Elizagaray no se ha editado sólo en Cuba, sino que figura en los catálogos de editoriales europeas y latinoamericanas desde finales de los años 70. Su título Fábulas Cubanas, con narraciones apropiadas de Guirao y Cabrera, se publicó por la casa checa Mlade Leta en 1979 como Zazracay (El prodigioso montecillo Mambiala) y en 1988 apareció en una edición mexicana como Fábulas del Caribe.
Justamente el libro que se presentó este sábado en la Feria del Libro de La Habana, Se hace camino al leer, ya había sido publicado en Venezuela en el 2005 y contiene varios textos copiados del volumen Tres siglos de literatura infantil europea (1982), de Bettina Hurlimann.
Gutiérrez considera que la actitud plagiaria de Elizagaray descubre a una persona desenfrenada, como quien padece una patología.
''Es algo patético'', dijo Gutiérrez, de 49 años. ``Avanzando en la pesquisa nos percatamos de que no sólo se apropiaba de los textos de autores reconocidos, sino que también copiaba textos de las revistas Sputnik y Literatura Soviética, cuentos inéditos de participantes en concursos, actas de los jurados, en fin, una verdadera enfermedad''.
La carrera de Elizagaray en el ámbito de la literatura infantil fue meteórica. De profesora de segunda enseñanza en los albores de la revolución de Fidel Castro, pasó a figurar en 1967 como investigadora de literatura juvenil en la Biblioteca Nacional José Martí y poco después ganó un premio nacional de ensayo por el libro En torno a la literatura infantil (1974), que contiene múltiples plagios de obras literarias ajenas.
Para los años 80, Elizagaray era no sólo una escritora pertinaz, sino que había asumido además el papel de funcionaria como asesora principal del Ministerio de Cultura para la literatura infantil. Su palabra era escuchada por todas las editoriales de libros para niños y jóvenes en el país, además de figurar como consejera del tema ante la UNESCO y dirigir el Comité Cubano de la YBBY, organismo internacional para la promoción del libro infantil.
Sólo en seis meses de 1988 --año del escándalo-- había viajado al extranjero en 27 ocasiones.
Su regreso a los primeros planos de la vida cultural cubana parece un hecho. El miércoles se le vio en el grupo de personalidades y funcionarios que rodearon al gobernante interino Raúl Castro durante la inauguración de la Feria del Libro en la fortaleza de La Cabaña.
``La gente quiere olvidar eso, son síntomas de los tiempos que corren en este país", comentó desde La Habana un escritor y ex funcionario de la UNEAC. ``Todo el mundo sabe lo que pasó, pero nadie quiere seguir esa batalla''.
Pero Gutiérrez cree que se trata de un acto deshonroso.
''Ella no ha sido más que una funcionaria ligada al status quo del régimen'', aseveró Gutiérrez. ``No habrá justicia plena hasta que Cuba no reconozca públicamente que Alga Marina Elizagaray es un falso valor que hizo su obra plagiando a Lydia Cabrera y a todo el mundo''.

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