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martes, 27 de diciembre de 2011

PRIMERA Y SEGUNDA PARTE DE LA MICRONOVELA HECHA EN FACEBOOK




1
La primera imagen que te vino a la mente trajo consigo el rítmico aroma de los almendros en flor. Viste desde tu habitación cómo se incendiaba el horizonte cada atardecer. Lo anotaste. Luego retocaste los torpes trazos que tu mano izquierda deslizaba sobre aquella superficie diáfana y sencilla. Vertiste en ella la sabiduría acumulada de tu generación con la seguridad que nos brindaba una adolescencia desbordante y con la furia descontrolada de mis revelaciones. Eras un genio hermético esperando ser liberado, no para complacer a tu benefactor sino para aniquilar la Historia. Incomprendido, incomprensible, invencible, incandescente. «Está listo», decías. Lo observaste desde todos los ángulos permitidos por la brevedad de tus años. Te viste reflejado en él. Me vi reflejado en ti. «Ese» —señalaste con desprecio—, «ese soy yo: el genio del desprecio».




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Y la palabra desprecio te hizo recordarla, pues eso era lo que sentías por ella. «Ahora todo será mejor», pensaste, «claro que sí. Sin Isabel en mi vida —estorbando, sacándome razones, enturbiando mi lucidez y formulando amenazas bobas— creo que podré sentirme más cómodo; la sacaré de mi mente y, de paso, aprovecharé para por fin para abrirme a nuevas experiencias eróticas, que bien que las necesito».
Llevabas más de tres semanas sin acostarte con nadie. Pensaste en llamar a alguna puta ocasional, esas directas y confiables que —incluso a veces sin preservativo— hacían mamadas lentas y diligentes. El sexo oral y la cerveza siempre fueron tus grandes debilidades. ¿Con cuál de los dos te quedabas?

3
Entonces agarró el periódico para buscar variedad. En los anuncios clasificados siempre se podía encontrar novedades, chicas recién llegadas a la ciudad que lo podrían animar con su bien estudiada inexperiencia. Pero cuando tomó el periódico, no pudo pasar de la portada. La foto de una preciosidad ocupaba toda la primera página, engarzada en un vestido elegante pero a la vez formal. Se trataba nada menos que de Ulia Karimov, hija no reconocida del sangriento dictador Karimov y única dictadora mujer en todo el mundo. Hace 12 años que gobernaba Uzbekistán desde que su padre muriese en el 2015. Se le habían conocido varios amantes, los cuales solían aparecer muertos en circunstancias un tanto extrañas, por lo que recibió el nada elogioso título de “la mantis religiosa”. La noticia decía que había sido “reelegida” por 7 años más de gobierno, y se mostraba una galería de fotos de ella, como si de una actriz de cine se tratara.

4
Le pareció extraño haberse detenido en la fotografía de Ulia cuando hacía apenas un instante se había entregado al sentimiento de desprecio que esta otra Ulia, la dictadora de sus recuerdos, le provocaba. En adelante, se dijo, tendría que pensarlo dos veces antes de mirar un periódico cualquiera, cosa difícil para él por ser un ávido devorador de esos peces que unos hombres y unas mujeres carentes de rostro le entregaban cada día -peces inocentes y tatuados por el grave titular que él cuántas veces habría ingerido sin desear-, cuando se perdía entre los pisos mojados del terminal pesquero, es más, le sería en adelante realmente detestable si el sabroso lenguado o los humildes jureles de pronto aparecían entre sus manos cubiertos por el lujo fotográfico, lo blanco y negro del poder que ahora esa mujer a miles de kilómetros encarnaba; en cierto modo se sentía como un pueblo atontado por el muslo ocasional que la Ulia ofrecía fingiendo algún bien meditado descuido.

5
--Voló mi mente, quité el sello a la imaginación, soñé y sentí; había salido de mi genialidad hermética, buscando putas no encontré mujer, me refugié en los hechiceros recuerdos del mar… Después de todo me escuchó el viento, mi putomuso. El ser que llevaba dentro gritaba diciéndome: “…cuando no me puedes ver, el sol se esconde en mi regazo, el viento vuela en mis cuerdas vocales y canto sonidos misteriosos. A veces, alas se prenden en mi espalda y levito observando el universo que rodea la casa, nado en la bañera con profundidad, soy amigo de sirenas y sé el secreto que guarda el mar. Los espejos me seducen y me invitan a entrar a un mundo paralelo de seres que ya no están. Cuando no me puedes ver, yo te veo, alimento tus ideas y diseño tus amores, me despierto y tu mundo comienza a nacer...” Salí corriendo en la lluvia, estaba enloqueciendo, un misterioso ser interior me estaba hablando, golpeé mi pecho tan fuerte que desperté de mi sueño. --Soy médico, reino hace 32 años en mi propia vida, hoy debía operar el corazón de Sol.

6
Ni las putas ni la cerveza me tranquilizaban ¿Qué era el litoral peruano en el 2027?: una miserable zona con vestigios de alguna fauna acuática resistiendo al exterminio. Un día partiste en un barco Ruso, de esos que quedaron navegando en estas aguas. Iré a Uzbekistán a encontrarte, mi Ulia. Sé que llegaste a esa tierra por qué un día te dije ramera y te saqué a patadas de casa. Luego, me casé con Isabel, a quien nunca amé. Arrepentido, fui a buscarte a ese terminal pesquero –nido de nuestros encuentros- donde tus rubios cabellos destellaban el rancio paisaje. Nunca más te volví a ver. En casa, abrí otra vez el periódico que era depositario del hermoso rostro de Ulia Karimov, y, un riachuelo de café rodeaba su imagen, sin confundirla. Iré por ti, al país de “la mantis religiosa” que también comparte tu nombre. Eso es una señal. Estoy en el Aeropuerto Internacional de Moscú-Domodédovo…

7
Perdido entre multitudes olorosas a salchichón rancio, entre obesos de dientes manchados por los cigarrillos "papiroski" y matronas sudorosas en pleno invierno mi brújula interna no me da señal alguna. No tengo una dirección, una coordenada que me lleve a tu rostro y a tu rincón. Mi desorientación no pasa desapercibida para los viajeros que pululan por las salas y atiborran los mostradores donde...atienden gélidas damiselas de sonrisa estudiada. Un policía se me acerca y me empieza a estudiar con mirada dura. Gira a mí alrededor como satélite vigilante e inquisidor. Observa mi mochila desgastada de tantos destinos y desatinos, mis zapatos mal anudados y mis pantalones raídos que asoman debajo de una casaca inútil para este puto frío. Con voz baja y hosca me dice acercándose a mi rostro "¡Pasport!"...

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Mostraste el pasaporte, como tú, oloroso a marchitos almendros, verificaron el indeleble código de barras en tus adoloridos trapecios, la marca y la garantía del laboratorio alemán, odiabas recordarlo. En el tiempo de tu concepción, tus padres no quisieron malversar sus genes en un hijo natural, así es que fuiste lo mismo que un objeto de elevado costo comercial: sano, perfecto, sin taras, pero sobre todo desechable, huyendo a esta última condición, en cuanto tuviste la suficiente inteligencia (seis años de edad), planeaste el crimen perfecto, mataste a tus padres con el claro propósito de lograr tu libertad.
Se te perla el rostro al recordarlo, despreciable Taube; vamos debemos seguir, estamos listos, ¡genial! acabo de ver el muslo de Ulia por la televisión.

9
Ganesha lucía mucho más irritado desde su impresión. Muy temprano tuvo que sacar de su pieza a la infante de turno y así como era de retozona se fue brincando al liceo para cumplir son su taller de bordado. Percy Recogió una vez más las sábanas teñidas de sangre, semen y tinta. Y mientras se entretenía con el vibrar de su lavadora, entre el detergente y blanqueador, también pensaba en su semen como sangre de otro color, pero…la tinta ¿A dónde se iba la tinta?
Habían pasado tres años. Ganesha desde su espalda no había podido cerrar bien sus heridas. No sentía dolor, solo remordimiento sobre el lomo pintado. La tinta era eterna. La tinta era infinita.
Suecia lo obligaba a abusar del termostato y las duchas hirvientes a toda hora. Ganesha se hacía un dibujo intenso en el infierno de su espalda. Percy no sólo ocultaba su país de origen sino el ser portador del tatuaje más grande en todo el edificio, del mundo o del universo. Percy había llegado de algún pueblo con un tatuaje sangrante del dios hindú en medio cuerpo; él y su encomienda.

10
Lastimosamente su encomienda sufrió la irremediable pérdida, el destino de aquel paquete rosa se encontraba en algún barrio periférico de Estocolmo, donde una joven drogadicta cuestionó la integridad del envío. Este mal comienzo para Percy, auguraba días mejores. Era su país una razón para desangrarse en recuerdos nefastos, siendo prófugo de su pasado y ahora dueño de su futuro, pero nada, absolutamente nada estaría peor. Aquel remordimiento no implicaba la venganza, podía ser solo una variante, algún tipo de arrepentimiento. Si Ganesha consentía en la presencia del dolor después de aquella traición, consentiría el emprendimiento de acciones, alguna situación tangible que lo acercara nuevamente con aquel amor fallido. Siendo el uno de los genios del desprecio. (No space for pain.)Recogiendo Percy el cabello entre sus dedos observaba los reflejos de su imagen sabiendo que Ganesha tampoco cuestionaba el fin de aquella inflamable relación. Oyó un ruido, salió del baño y se topó con los ojos de Slije, había regresado del taller.

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Allí comprendiste que el amor no es causa sino consecuencia. Que había que operar una revuelta en tu vida y en la de quienes te rodeaban. Que el retorno a tus orígenes carecía de significado si es que no le imprimías un nuevo sentido a tu historia personal. El pasado también se puede cambiar, pero se necesita mucho valor. Tu falta de coraje, tu indecisión, tu espantosa levedad completaron un encuentro fallido que nunca debió ocurrir. "Es el momento, ahora", pensaste. Entonces decidiste hacerlo, no habría otra oportunidad.

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-Percy está cerca.-¿Por qué tendría que no saberlo?-No tendrías que saberlo.-No voy a hacer siempre lo que debo, Ganesha, lo sabes, pero trataré.-Lo sé Ulia, pero deberías de haberle hecho caso a tu padre.... -Ya ves, ya es tarde. Mas bien dime, ¿qué era eso que me querías decir el día que mi papá...?-Ah, no, nada. Un sueño, es todo. Había luces por todos lados, era como una sola luz pero que partía de todos sitios, es decir, no era como la luz que tiene un lugar donde inicia, sino que esta no proyectaba ninguna sombra. Y caminabamos a tu casa, como cuando eras niña. Y jugabas a no pisar las líneas en las veredas, y saltabas. Y luego, cuando estabas cerca de casa, te soltabas de mi mano y corrías muy rápido para entrar antes que nadie a la sala de reuniones de tu padre y esperarlo ahí. Y cuando yo te dejaba de ver, la luz como que se retiraba, como que se hubiera cansado y se iba a otra parte.
-¿Y qué quiere decir ese sueño?
-No lo sé la verdad.
-Eres una mujer hecha de palabras, Ganesha. Si no fuese porque te quiero tanto.

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Isabel era tu primera hembra, se entregó en cuerpo y alma (y no me disculpo por la huachafería). Cuando viajabas por el mundo en la búsqueda de Ulia, la martirizaban los recuerdos de las desoladas sabanas y los cigarrillos después del sexo. El infinito repaso de tu lengua por su muslo y su delicioso vientre. Fue tu esposa desde que ejerciste la medicina y te fuiste de voluntario a una guerra en el mar báltico. Desde estas lejanías del mundo te escribía, olía tus camisas que habías dejado con tu hedor de macho, acariciaba tus fotografías con aroma a olvido. Percy. ¡Tanto amor de Isabel! y hoy pareces otro hombre, te sumerges en pesadillas macabras y surrealistas. Nunca me interesó comprenderte ni ahora que luces un look de androide mahoríe, con el inmenso tatuaje que adorna tu espalda, la marquita de tu pedigrí, tu barba crecida, tu brillante calva y tu insondable aspecto de infeliz tercermundista. No entiendo: ¿por qué ella aun te quiere si yo te veo tan ordinario como el nombre que llevas? Ella es linda e inteligente, pero te ama, es su mayor extravagancia. Si algo puede consolar a Isabel, es que Ulia nunca será tuya. Soy solo el espejo que te habla, la corazonada que marca tu bitácora, el otro “ser” que te odia y quiere partirte en pedacitos. Desde luego, amo a Isabel.

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Revisaste tu correo electrónico y una extraña carta de un desconocido llamado Jordan Martín Jáuregui Meza. ¿Un escritor maldito? No lo sabías pero, después de una rápida lectura, hiciste tuyas todas sus rabiosas oraciones: “El día que deje de encontrar momentos de mi vida en las canciones de Andrés Calamaro, dejaré de escribir. Lo hago porque estoy solo, porque el mundo me da el culo, y es enorme; no puedo sodomizarlo. La sociedad es una prostituta gorda a la que uno nunca llamó, te pide el dinero por adelantado, y te obliga a tener relaciones con ella. Estoy tan sucio que me vendría bien bañarme en mi propio semen, y estar tan blanco y gelatinoso... hermoso como un helado que se derrite al mediodía; tanto como la lengua de Lucía en mi sexo, recorriéndolo como un banana split en proceso de fusión. Estoy harto de las veredas alfombradas con el vello público de la puta calle”.

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Luego, el vaho de las introspecciones extranjeras se disipa. Percy Perseo emprende la olímpica carrera de localizar a Ulia, que vale la pena consignarlo, poseía un extraordinario parecido a Uma Thurman en su papel de The Bride. Cual magnicida indaga información sobre la soberana. Lo cual es tarea demasiado sencilla, debido a que ella no es otra que la tirana de estas nórdicas tierras. La primera pista la encuentra en una ruma de periódicos próximos a ser colgados en la caseta por el periodiquero. Toda horonda vestida de gran mariscala, flanqueada por generales sexagenarios. Metros más abajo en los suburbios de la ciudad su sorpresa es casi taquicardica al ver a su gringacha, como cariñosamente la llamaba, en la caratula de un panfleto de palabras ininteligibles, vestida de dominatrix con los colores estatales de dicha Nación.
Estaba claro que el idioma era algo que debía solucionar para de esa manera, agenciarse información respecto a la agenda dictatorial de la soberana. Teniendo estos datos como base, podría emprender una cuidadosa emboscada que propiciara su reencuentro.

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Con embargo, si obstante, la fuerza de la nostalgia llevó tus pasos hasta el puerto Kozmino perfil ruso de arenas blancas acariciadas por diáfanas aguas, desde el embarcadero orientaste tu horizontal mirada hacia el pacífico este: tu origen lejano; cerca divisaste el terminal pesquero, en cuanto estuviste allí, rememoraste el estorbo, la impertinencia, la perturbación y la condición amenazante de Isabel, el amor de tu muerte, (no de tu vida, de tu muerte [el tiempo lo explicaría todo]), ¿la extrañas?, en secreto, claro está.
Todos los vendedores de peces del mundo envuelven los peces marchitos con periódicos y revistas sin importar la importancia o trivialidad de éstos. Revestido el lomo de un precioso tramboyo con hojas amarillentas de un diario local reciente, viste una vez más la imagen de la dictadora de tus anhelos, fue una forma de vadear la nostalgia y regresar a la ansiedad por tu última conquista, en ese diario estaba además de lo necesario, lo suficiente para dar con las coordenadas exactas de tu amor impaciente. Imaginaste tu vida como un péndulo oscilante entre esas dos mujeres que en esencia compartían dominante temperamento, eras igual que un reloj de arena, con divisiones iguales, con tiempos iguales, la arena del impávido reloj, en este momento, estaba del lado de Ulia.

17
Percy despertó otra vez odiando los pescados, los pescadores, a Isabel, a su madre, a su padre y por supuesto a la famosa Ulía, realmente los odiaba. Para el no existían los secretos, no más. Solo menores de 21 años. Las niñas, las chicas pelirrojas, las cabras, las lecheras.
Las sabanas otra vez en la lavadora, entre ellas por suerte unas bragas rosadas. Luego irían al mismo rincón fetichista de todo joven de 26 años. La sangre y el semen. La sangre y el semen. La sangre y el semen. Todos los fines de semana en pleno viaje.
Pero esta vez había decidido olvidar el sexo y solo embriagarse medio cuerpo, con vodka claro está. Era la única bebida que podía cortar de raíz la añoranza del nopal. Justo en medio vaso, Tania, la estrecha toco su puerta. Percy con el torso desnudo y con Ganesha en el lomo abrió la puerta.
Pero Tania no entró. Percy la embaucó con el tema del periodo masculino y falta de vigor. “Mejor te vas a hacer tus tareas a casa, cabrita linda, le dijo, ando mareado como si estuviera en esos días, en tus días”
Percy volvió a llenar el vaso con limón, extrajo las pepas con su meñique y le dio una probada muy sonora. Si sus pestañas hicieran ruido al parpadear hubiera sido probable que el edificio entero se derrumbara. Percy era un buen ejemplar de su raza.
Cogió la prensa del día. Los periódicos de siempre que llegaban al edificio siempre. Todo era como siempre. Tan habitual. Hasta la misma idea: Coger a la maldita bruja de Ulía.
Sobre una libreta atraco el lápiz y empezó a escribir nombres de personas o tal vez una lista de mercado o quizás sustantivos indescifrables que solo el resto de los machos podría escribir.
Ay Percy, Percy ahora el tema de tu encomienda se entiende mejor.

18
Fue brusco. Pero de pronto notaste que algo extraño había entrado en tu mundo. La luz que entreveías en tus adoloridos ojos no venía del lado correcto. El hedor del aceite rancio que te acompañaba todas las mañanas había sido reemplazado por un intenso aroma a eucalipto. Tu boca tiene un sabor acre y tu lengua se pega al paladar y empiezas a extrañar con insistencia el café de la mañana. Te cuesta enfocar la vista y notas que las flores desvaídas de tus cortinas ya no están y en su lugar hay unos alegres e infantiles unicornios amarillos correteando detrás de arco iris de tres colores. Una voz empieza a martillar en tus oídos, con dejos de dulzura pero con insistencia, pregunta algo que no puedes responder. En un momento crees que es Paula la que te habla. Diriges tu vista hacia el lugar de donde viene la voy y en vez de la morena de piel lustrosa y brillante con la que protagonizabas candentes escenas de sexo en las noches frías encuentras una anciana de pelo ralo y blanco que te habla con una boca de dientes sueltos algo que no terminas de entender. Todo es extraño, nada encaja. Tu cerebro trata febril de encontrar sentido a ese mundo extraño que ha aparecido no sabes de dónde, ni cuándo, ni cómo. De pronto una idea aterradora anida en tu cerebro que tú ya no eres tú, que tu imagen ojerosa y melancólica también se ha disuelto y no existe más. Con una voz que no reconoces pides un espejo. La anciana sonriente parece entender lo que le pides y se aleja con paso cansino hacia un rincón de la habitación y vuelve con la superficie bruñida de un espejo antiguo. El terror te consume cuando la anciana empieza a dirigir el espejo hacia tu campo visual...

19

Los acontecimientos no habían sucedido como las realidades suelen ser, te preguntabas que hacia ahora Ulía la dictadora de aquel país nórdico cuando la habías amado el 2027 en el terminal pesquero de aquel país donde ahora tenía una fauna marina venida a menos y luego la arrojaste botado a patadas. Posiblemente esta realidad se habría fragmentado y corrían paralelamente. Solo que ahora ahondabas en pensamientos buscando alguna salida y creías que alguna de esas realidades era un sueño que se apoderaba por momentos de tu vigilia Los tatuajes en tu piel denotaban algo más que tinta. Estaban cobrando vida y no te explicabas como es ahora el dios tatuado en tinta china se estaba apoderando de tu ser, y había emprendido la gran empresa de la creación. El sancochado que te sirvieron de comer era sinónimo de vomito para tus entrañas. Pero al gran dios disfrutaba de cada manzana , de cada cebolla y de cada muslo de ardilla que le eran servidas en una bandejas de cobre, pero el dios anhelaba más , quería ahora devorar los intestinos de Ulia, y por eso mismo ahora los espejos se habían convertido en senderos abominables porque estaban permitiendo el ingreso de aquella necrófaga deidad.

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