Mi lista de blogs

miércoles, 11 de enero de 2012

LA SICOLOGÍA DEL CACHIVACHE




Carlos Rivera

He podido ver cómo una costumbre social e individual muy común, aquella de guardar cosas u objetos viejos, inservibles, en desuso; o pedazos de algunas herramientas, materiales, cajas de cartón que registran la añoranza por la compra de algún artefacto que en un tiempo pasado fue útil o nuevo. Además, esta peculiar costumbre no permite que se utilice mejor ese espacio. Encima, muchas veces deforma el paisaje visual, en especial cuando son amontonados en las azoteas. Como bien describía Julio Ramón Ribeyro en su cuento Por las azoteas:

“Las azoteas eran los recintos aéreos donde las personas mayores enviaban las cosas que no servían para nada: se encontraban allí sillas cojas, colchones despanzurrados, maceteros rajados, cocinas de carbón, muchos otros objetos que llevaban una vida purgativa, a medio camino entre el uso póstumo y el olvido. Entre todos estos trastos yo erraba omnipotente, ejerciendo la potestad que me fue negada en los bajos”.

La persona con esta típica psicología asume un cierto sentido de eternidad. Esta perennidad ficticia crea en el individuo una dimensión de utilidad a todos esos montones de cosas guardadas con celo especial a lo largo de los años, hasta a veces siglos. Desde luego que es imposible darle uso después a esas cosas, por distintas vicisitudes que una persona ocupa, como trabajar, la familia, escasos días de ocio; además, la constante modernización de cosas y el abaratamiento de las mismas para satisfacer cualquier necesidad obligan a desprenderse de dichos objetos.

Desde luego, no confundimos el afán ahorrativo y la disposición creativa de algunos, pero estos son muy pocos. Ahora bien, es también distinto al amor a los objetos o su conservación. Ello requiere una dinámica ordenada y una técnica de cuidado. El objeto pasa a ser cachivache cuando sus formas, colores, funciones y estructura ya casi no existen y, en el imposible imaginario de creer útil su conservación, hacemos más deprimente su honrosa desaparición o eliminación y como cualquier cosa en la vida, nace crece, y muere.

Esta conducta es a su vez una práctica que se extiende ya no solo por los hogares sino también por las instituciones públicas. Esto quiere decir que estamos ante una estructura de pensamiento establecido en nuestra psiquis como una tradición maléfica, con todas las aristas de su inutilidad.

La cantidad de cachivaches que guardan las municipalidades, gobiernos regionales y otras instituciones es impresionante: trozos de sillas, muebles antiguos, PC inservibles, cables, llantas viejas, alambres, de los cuales no se pueden deshacer por burocráticas documentaciones o por la simple mentalidad de ineficiencia por parte de la autoridad.

Nuestro cerebro también arrincona ideas o costumbres de pensamiento ya inservibles en estos tiempos. A pesar de que la realidad nos confronta y nos cachetea.


La mejor medicina contra la psicología del cachivache es pensar, tener un sistema de ideas , arroparnos de sentido común, abandonando con donaire cada una de las cosas –o ideas – que ya no sirven, o que sencillamente fueron sepultadas por otras, acorde con los tiempos y la evolución de las personas.

No hay comentarios: