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miércoles, 13 de abril de 2011

NO HA VENIDO NADIE(S)…


Quisiera compartir este articulo que merece ser leido.


Ángela Delgado Valdivia


Arequipa es una ciudad de contrastes, formada por islas y poblada por habitantes que hablan distintos idiomas. Quien lo niegue aún habita en el pasado, en la idílica ciudad de campiña donde todos se conocían y todos se saludaban. La ciudad actual está compuesta por islas multiformes y habitada por seres pluriculturales. Se parece a Cloe, una de las Ciudades Invisibles de Ítalo Calvino, donde las personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas las unas de las otras, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, buscan otras miradas, no se detienen. Vista a través de los ojos del turista, Arequipa es una ciudad encantadora. Todos se preguntan por qué les limitan el tiempo de permanencia cuando están en la urbe más armoniosa y benigna del Perú: 2,350 m.s.n.m., imponente arquitectura colonial en su centro histórico, sol radiante durante casi todo el año, una impresionante y exquisita oferta gastronómica, y su gente. Gente educada, atenta, cordial, honrada, honesta y hospitalaria. Simplemente el destino ideal. Pero aunque se consolida como destino turístico y son totalmente ciertas las cualidades que avalan su crecimiento económico, mis ojos ven y mi espíritu siente una ciudad aún fragmentada, compuesta por islas sin mar alrededor, en la que los hombres y las mujeres que moran en ella hablan diferentes idiomas, todos derivados de las lenguas madre, el quechua y el español. El proceso migratorio experimentado en Arequipa, durante los últimos veinte años ha transformado la faz de la ciudad a tal punto que sus hijos, los auto proclamados “arequipeños por todos los costados”, manifiestan sentirse extranjeros en su propia tierra. Se cumplen, como en profecía, las palabras que describen a la imaginaria Cloe , de Calvino, en un territorio al sur del continente sudamericano, que debería aprovechar la coyuntura económica para tender puentes entre las islas sin agua, y enseñar un idioma común a sus habitantes. A pesar de la bonanza económica, sigue presente y aguda la miopía social. Todavía permanecen cerrados algunos guetos establecidos en el pasado. La vieja oligarquía arequipeña compuesta por las familias “tuvo” (porque tuvieron dinero pero conservan el apellido rimbombante) se ha fusionado con una emergente clase de nuevos ricos que se comportan como en todo lado, muy estridentes, muy huachafos, muy pesados. Esa es la nueva “upper class” arequipeña, amante de veranear en Mejía (con Los Tuvo), de contratar servicios de decoradora porque solo les interesa el arte cuando combina con los muebles y de llevar a los hijos a Disney, como ritual de iniciación. No habría ningún problema en su comportamiento, porque cada quien es libre de escoger el destino de sus inversiones, y normalmente son estas –las inversiones- las que pintan de cuerpo entero a quien las ejecuta. Pero sí hay problema, porque esa diminuta y muy graciosa upper class characata (jailositos, les decían en el pasado –cuando Arequipa solo estaba poblada por arequipeños- según nuestros abuelitos) padece de severa miopía. Lo que no sé todavía es si el proceso es irreversible, o contempla cirugía. Lo comprobé de la manera más singular. Escenario: un centro cultural. En el rol protagónico, un socio de la institución con apellido rimbombante y de la categoría “tiene” (porque sigue manteniendo y, felizmente, incrementando su patrimonio). En el elenco, un numeroso grupo de estudiantes de la escuela de arte, en su mayoría, hijos de inmigrantes. Con gesto de mirar desprotegido de los rayos de sol en plena noche, el señor X (el socio) muy bien vestido comentó confundido “no ha venido nadie”, cuando ambos teníamos al frente a más de cien personas disfrutando del cóctel. ¡Ceguera repentina!, pensé. El hombre no miraba a NADIE, así lo proclamó. Para él, esas más de cien personas no existían, no llegaba a verlas porque no pertenecían a su mismo círculo social (vicioso, aburrido y absurdo en pleno siglo XXI). Como esa escena, tengo varias en mi archivo mental, haciéndome dudar sobre la supuesta sensibilidad que privilegia a la especie humana. Muchos del círculo del señor X, miopes, retrógrados, fascistas, acusan también desnutrición cerebral. Deberían repensar sus inversiones y en lugar de contratar al decorador o ir a Disney, tendrían que alimentarse por encima del cuello para ver si así, logran advertir la existencia de los que no llegan a ver a un milímetro de distancia. Arequipa sería otra si procediéramos a ejecutar una masiva campaña contra la miopía y operamos a todos los que pasen el riesgo quirúrgico. Así, contribuiremos a reconocernos, respetarnos e incluirnos todos dentro de un proceso de DESNADIEZACIÓN. Un proceso que le quite la etiqueta de nadie a todos los que la portan gracias a los que se creen ALGUIEN. Solo así podremos mostrar coherencia entre lo que los demás ven y lo que realmente somos. Y solo así podremos construir una ciudad habitable y respirable para todos, dándonos la oportunidad de intercambiar opiniones, ideas y sentimientos. Recuerdo ahora a un profesor universitario en una clase de sociología que muy orondo solía decir “nadies tiene el derecho a maltratar a nadies”. “Nadie”, profesor, le corregía mi compañera… “¡Ay, señorita, contestaba él, es que estoy hablando en plural!” (sic). Y pensándolo bien, no deja de tener razón…

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