Carlos Rivera
Hay personas que deciden involucrarse en política para adecentarla. A través de ella brindar soluciones con visión, compromiso y planificación respecto a los problemas de una localidad, región o país. Ello, desde luego, desde la plataforma que le puede brindar una organización política y la ideología que pregona, además de la preparación personal y profesional, por cierto.
Pero hay seres que participan porque les gusta ver su nombre en una plaquita de bronce y deliran cuando realizan dicho sueño. Hay tipos que ven en la política un negocio e invierten, hacen cálculos, empeñan de antemano el gobierno (sea el nivel que fuera) a amigos o empresas para después robarle el dinero a los ciudadanos que lo eligieron. Como en botica, en la política peruana hay de todo.
Entonces diremos: una cosa es la politiquería y otra –muy seria y responsable– la política. Lo primero requiere astucia, zalamería, oportunismo. Lo segundo compromiso, vocación, estructura, bases, conocimiento.
Haciendo este sencillo análisis de reconocimiento colocamos a Juan Manuel Guillén Benavides (JMGB) para evaluarlo como político y como autoridad elegida.
La tarea no es sencilla: lo eligieron alcalde por construir el estadio “monumental” de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA) la gente se empachada de tanto menjunje futbolero, produciéndose una exacta sintonía con una población hambrienta de quimeras.
JMGB no hizo tanto en la universidad, las reformas académicas nunca llegaron, inauguró la construcción de pabellones sin los debidos estudios o sobre la base de una necesidad real, sino con el pobre argumento de tener más alumnado y más ingresos. ¿Y modernizar la universidad, dotar de equipamiento a las facultades y escuelas, entre otras cosas de real envergadura? ¡Nunca!. Concluido sus dos periodos como rector fue despedido entre aplausos sólo por el bendito estadio.
Llevó a sus allegados de siempre y a su familia, al Municipio de Arequipa. En la municipalidad tampoco modernizó la administración edil, ni hizo algo que le diera un poquito de trascendencia. Solo lo salvó la revolución de junio, quedando como un héroe del populacho. Y bueno, sin ser un tanto mezquinos, mencionaremos la declaratoria de la ciudad como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Sabiendo que el lapsus de la epopeya no le servía para una reelección en el 2002, decidió cuidarse y esperarse unos añitos para tentar otro cargo y lo consiguió al llegar al Gobierno Regional de Arequipa (GRA) en el 2006 con la misma agrupación que fue una mezcla de club familiar y collera universitaria.
En los preámbulos de las Elecciones Municipales del 2010 manifestaba públicamente que no le interesaba la reelección y desistía tajantemente de ella, de repente cambió de opinión.
En su primer periodo en el GRA hizo intentos de mejoras administrativas, algunas obras en provincias, hubo nepotismo, también llevó a sus familiares, contrató a varios asesores por doquier.
De joven fue aprista, sintonizó con el comunismo y en la UNSA nunca chocó con toda esa alimaña de parásitos que hasta ahora viven de la universidad con garantía laboral y otras gollerías.
Conversó en la salita del SIN con Montesinos, aduló de reojo a Fujimori impostando una imagen de lucha que de verdad nunca asumió con plena convicción, recibía a Alejandro Toledo y le hizo la revuelta contra la venta de Egasa y Egesur, se dejó enamorar por Alberto Borea y Alan García. Es un filósofo que no filosofa, un académico metido en una Administración Pública que siempre le queda grande. Funda un partido (Arequipa Tradición y Futuro) y luego lo aniquila postulando por otra alianza política más acorde a sus ambiciones. ¿Qué es Juan Manuel Guillén Benavides? Pues la palabra brota por ser necesaria y exacta: un politiquero.
1 comentario:
es un anuncio muy interesante
Publicar un comentario