Carlos Arturo Caballero Medina es
un gran amigo y, además de eso un critico literario y agudo comentarista de temas que abarcan desde la cultura, cine y política. Entonces ¿Cómo lidiar con el cariño y tratar
de esbozar una crítica –por así decirlo-
imparcial- tratando de compartir con el público algunos pormenores del constructo de esta prometedora
novela sin caer en las maromas del sentimiento amical? Tarea harto difícil pero
que abordaremos con el explícito compromiso de ser fieles al buen juicio.
Caballero nos ha compartido cuatro
entregas de esta su primera (necesario
recalcar que ha incursionado en el cuento y la poesía con buen pie. La
creación, parafraseando a Terencio, no le es indiferente) novela a través del blog www.ocasodeungigante.blogspot.com
Nos limitaremos a estas entregas ( 1.-
Con olor a espiritu joven I Y II 2.- Lima en Rock I y II )
para esbozar un acercamiento a la
superficie y esencia de su escritura. Trabajo
que es solo un primer paso hacia un texto mas riguroso ya con la novela
concluida y las emociones
provocadas en el publico que la leyó.
La poderosa imagen del comienzo, la
descripción armoniosa del personaje,
los adjetivos acompasando cada oración conmueven e impactan por su contundencia. La
descripción desde ya marca el preámbulo cautivante de la historia a desarrollarse. Hacer un buen
comienzo en una novela es importante:
prefigura su esencia y adelanta un poco el
estilo y su performance narrativa. Plinio Apuleyo y Mendoza le plantea a
García Márquez en El olor de la guayaba la siguiente pegunta: ¿Cuál es en tu caso, el punto de partida de un libro? “La imagen”,
responde el gran Gabo. Esa imagen es el
inicio que logra Caballero en este párrafo. Leamos y comprobemos:
“ERA ALTO, ELEGANTE, discreto y
cordial. Llevaba siempre una barba cuidadosamente afeitada que delineaba de su
rostro hacia la existencia de sus maravillosos ojos pardos. Vestía oscuros
terno de casimir ingles y en la muñeca
lucia un imponente reloj Olma adornado
con finos detalles de oro en los biseles. Un andar ceremonioso, una mirada
esquiva y la sólida cadencia de una seductora voz le imprimían un aire distante
y solemne a esa personalidad labrada a pulso de sus primeros años de vida.”
De este comienzo podemos
dilucidar los ecos de Mario Vargas Llosa, García Márquez, Flaubert y los
grandes novelistas del siglo XX. Caballero no pretende una novela ligera, propia
a estos tiempos de cortedad y sucintes.
Ello se deduce por la pretensión de la estructura que plantea (desde la concepción
de la historia y el desarrollo del lenguaje) nos remite a la necesaria reflexión de reconocer la usencia de estilistas en la
narrativa peruana. Parafraseando -otra vez- al poeta Vallejo podremos decir, son pocos pero son. Trabajo sumamente
cuidadoso, delicado y con una laboriosa técnica y revisión constante para desechar las
minucias y las redundancias aprovechando
al máximo el potencial de la palabra. El
producto debe ser- desde luego- un festín de letras.
¿Quien es el personaje de tan solemne
belleza? Fernando Alencastre, Arequipeño
de familia acomodada, inteligencia
superior, desafiante de los “hablantines
tragalibros”, “ratones de biblioteca”.
Estudiante de sociología de San Agustín, erudito, y conocedor de varias lenguas y lector precoz. Discípulo de
Stanley Simmons, judío irlandés
de cultura clásica, perfil de maestro de elevado espíritu, amigo del padre de Fernando. La
figura de Fernando Alencastre me remite
a Pierre Menard de Jorge Luis Borges. Un
símil de talento y erudición, tal vez las coordenadas pueden estar en sus antagonismos y las sutiles diferencias que
aun no sabemos en donde desembocarán. Tal
vez me estoy atreviendo con estas ligerezas.
Los padres de Fernando, Graciela y Felipe Alencastre prefiguraban para su hijo un magnifico
porvenir dada su inteligencia exhibida
desde muy niño. Lo ingresan al colegio San José cuna de talentos y dignos
hombre de nuestra ciudad. Algo más que su educación formal deseaban para él un maestro (de conocimientos y de vida) es así
que Simmons se convierte en la figura
tutelar de Fernando, el soporte de su pensamiento. Pensamiento guía como
pretende el socialismo, luz del
saber como afirma la filosofía.
Caballero nos describe así a este
singular personaje:
“Fernando fue la obra maestra de
Simmons, ese hombre de tan finos modales y humor ponderado, que en absoluto
gustaba exhibir su condición de judío, irlandés europeo como carta de presentación, así como
de ningún tipo de fidelidad o devoción por la corona británica.”
La obra principia con necesarias descripciones, va situando a los personajes en su concepción humana:
emociones, ideales y sus entornos.
Va avanzando sobe la naturaleza familiar, la geografía económica y social de la Arequipa de aquellos
años de esplendor y riqueza de las grandes y potentadas familias
donde empieza a desarrollarse la historia.
Un detalle que es necesario señalar
es el dualismo, el planteamiento de
efectos de contrastaste que se manifiesta en estas primeras entregas: La
rivalidad de los colegios San José y La Salle, la lucha de ideas, el conflicto en lo que siente y dice Simmons,
los dos mundos de la clase acomodada arequipeña.
Los últimos momentos de estas entregas
nos ubican en un
tiempo actual, de la ciudad blanca ahora estamos en la Lima
posmoderna donde una voz nos habla en
presente, esa voz ajena, va poco a poco descubriendo
la personalidad y obra de Fernando Alencastre.
Su primer encuentro – desde luego- es
a través de la lectura de un libro de Fernando, San Miguel al amanecer.
Esta parte (Lima en Rock I y II) nos
conduce por los sinuosidades de esta personaje, su mirada, su familia y muchos de los complejos que lo persiguen y las
ilusiones concebidas en un proceso de vida en la urbe achorada y pendenciera de
estos tiempos.
Hasta ahí vemos que la historia
va creando interés, hay una buena
construcción de los personajes, como siempre cuidando el lenguaje y el
ritmo. Pese a algunas mínimas
redundancias la novela se lee con interés de una novela bien planteada. Tal vez algún dialogo
o alguna sorpresa de este cautivante personaje Stanley Simmons ayudaría a darle un sólida base a su estructura. Como Caballero sabe de técnica narrativa guarda celosamente,
estoy seguro, las proezas y desventuras
que uno espera de Beatriz. La mujer, el
amor y los conflictos de toda laya atravesando
la historia que tal vez nos anuncie el por qué de su titulo: El ocaso de un gigante.
1 comentario:
Hola hermano muchas gracias por este comentario. Lo leí con inevitable emoción. Es en realidad el primer texto crítico sobre este relato que poco a poco va dandose forma a sí mismo. Lo agradezco de corazón. Un fuerte abrazo.
Charly
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