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sábado, 31 de marzo de 2012

DÍMELO SIN PALABRAS


Carlos Rivera


I
-Causita, así no te va a ligar la hembrita- dijo Mateo mientras ojeaba con impecable ímpetu y goce la última malcriada de El Trome. Esta huevona está trabajándote el coco, puta huevon, sorpréndela, y demuéstrale que estás trapo por ella, pero eso sí, mantente firme. Nada de poemitas ni cursilerías ni esas cojudeces de peluches. No sirven- argumentó con la seguridad de un hombre conocedor de la calle y las aventuras del corazón.
-Pero, Mateo, ella no sabe que la quiero…
-¿Que no sabe?- No, huevon, ellas lo saben todo, se hacen las cojudas y todo es parte de su jueguito.
-¿En serio, Mateo?: ¿El "Poema 20" de Neruda, la puede conmover? Le increpé un tanto provocativo
- ¡Cojudeces! Una más y te meto un cabezazo por chistoso, causita -elevó la voz rabiosamente y ametrallándome con sus palabras-. Así no es pe. O sea yo pierdo mí tiempo oyendo tus vainas y tú me vienes con la misma huevada. A ver, ya pe, o vas hacer lo que te digo o si no te vas a la…


II
Camila llegó puntual a la cita. Linda, con su trajecito escolar ceñido y la chompa remangada y su mochilita negra. Su boca estaba roja, se había rociado un perfume salvaje. Traía su Ipod y taradeaba canción mientras masticaba un chicle. Fuimos por un parque y no me prestaba atención y yo le soltaba palabras intentando alguna conversación pueril. Hasta que le dije que se sacara esa cosa y me escuche de una buena vez.


Camila tiró la mochila al suelo, se sacó los audífonos y cruzando los brazos, me dijo:
-Ya pues, te escucho, ¡qué quieres?-me dejó frio-
-Yo te quería decir Camila, que me gustas mucho y que eres la chica más bonita que he conocido, Tus ojitos caramelo me han cautivado…


Al decir esto ella sonrió, cerrando con su dedo mi boca e invitándome a un maravilloso silencio.


-Dímelo sin palabras -dijo en tono suave - y nos besamos mansamente. En mi bolsillo, por si acaso, tenía un papelito con el "Poema 20" de Neruda: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: "La noche esta estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos"¡Cojudeces! como decía Mateo. Ya tengo hembrita.

martes, 27 de marzo de 2012

SARTRE Y EL ESCRIBIDOR (*)



Carlos Rivera

Mario Vargas Llosa publicó no hace mucho un articulo titulado “Los Compañeritos”, causando en el mundo literario e intelectual mucha indignación, tanto por las diatribas de ataque como su revanchismo hacia el pensamiento y obra del escritor y filósofo francés Jean Paul Sartre y, todo motivado por las celebraciones en la ciudad luz por conmemorarse este 2005 (21 de junio) 100 años de su nacimiento. Para dichos actos se han montado exhibiciones fotográficas, un acercamiento a sus libros, entre otras cosas que Mario señala con refulgencia en el mencionado escrito y esto es lo que creemos, disgustó a Vargas Llosa al no comprender la merecida gratitud hacia un escritor que, según él, ha sido contradictorio, fracasado y que tampoco mantiene viva la llama de sus postulados. Mario se pregunta “¿Por qué entonces el glamour del ilegible Sartre de nuestros días sigue intacto y a casi nadie parece seducir la figura del sensato y convincente Raymond Aron?”. Como el autor de La Fiesta del Chivo cree rozar la divinidad literaria pretendiendo orientarnos por el camino de la razón y dilucida como repuesta lo siguiente: “La explicación tiene que ver con una de las características que en nuestro tiempo ha adquirido la cultura contaminándose de teatralidad, al banalizarse y frivolizarse por su vecindad con la publicidad y la información”. El artículo esta lleno de un ametrallamiento hacia la obra de Sartre, hasta por momentos se atreve a mirar con ironía y sarcasmo la ceguera que padeció, la cortedad no nos permite una reflexión más extensa, intentaremos entonces clarificar un poco más el asunto.

Sin irnos rigurosamente por el análisis freudiano podemos encontrar respuestas a esta actitud en la ausencia de una figura paternal en el escribidor (sólida, estable y sublime que nunca saboreó) y que inconscientemente siempre ha buscado y creyó hallar a través de acercamientos a hombres como el propio Sartre (recuérdese de su elevada admiración hacia él y su singular apelativo “El Sartrecillo valiente”) y Fidel Castro. Estas abstracciones luego, terminan siendo para el escritor nada más que burlescas ficciones y no lograron tranquilizar la melancólica y ansiosa ternura paternal. Al darse cuenta de ello entonces despierta del trance –que en el puede durar muchos años- como un ogro y escupe su artillería contra aquellas blasfemas imágenes.

Las repuestas no se hicieron esperar por “Los Compañeritos” e inteligentemente el periodista Cesar Hildebrandt le respondió con un demoledor artículo titulado Cuerdos y Locos (revista Domingo del diario La República 24 de junio). Lógicamente, hace un elogio a la locura sartreana, pone en su sitio la obra y genialidad y resalta en Mario un peculiar sentimiento burgués propio de los salones y auditorios que ciegamente endiosan su obra. Contrapone el rechazo del Nobel de Sartre con el ansioso deseo de Vargas Llosa por obtener el premio de la academia que ya ha reclamado para él gente como el franquista Aznar. Resumido: la cordura de Vargas Llosa nunca podrá asesinar la locura genial de Sartre. Coincidimos por lo dicho por Hildebrandt porque Sartre nunca será pieza del establishment literario liberal que hoy modela el mercado. La Nausea, El Muro, Las Palabras y toda su obra filosófica encierra el titulo de monumental y sobrehumano a pesar de que su prosa sea difícil y tejida con una atmósfera densa que nunca rozara los colores del exotismo. A Mario en cambio lo leemos y ahí queda el asunto, sus personajes se pierden en la cotidianidad, en los vericuetos de la estructura narrativa. Claro, Mario Vargas Llosa es un gran novelista, pero eso no le da carta libre par tratar a Sartre como si fuera un estropajo.

Además, ingenuidad suya, por la autoritaria sentencia la de afirmar que ya no hay juventud o gente valorando la obra sartreana con todos sus defectos y aciertos que hubieran. Sí, señor Vargas Llosa aún hay locos, y los habrá siempre, seducidos por la tarea de la salvación y, ese es un glamour eterno e inalterable que tal vez los pobres de espíritu y de humanidad no lo entienden así. Por eso mismo Jean Paúl Sartre es la conciencia crítica del siglo XX, unió pensamiento, acción y obra.



Publicado en el diario Arequipa al día
Viernes, 13 de mayo de 2005

lunes, 26 de marzo de 2012

LA VIDA


Carlos Rivera




Un día te encuentras con todo ese mundo extraño y desconocido. Gritas y descubres infinitos rostros. Has llegado a la vida. Hay por doquier un olor a medicina.
Luego aprendes a hablar, das tus primeros pasos, eres la atención de todos. Te acurrucan de mano en mano.
Vas a tu primer día de clases llorando desesperadamente, luego te acostumbras y haces amigos y se convierten en la comparsa de tus aventuras. Eres escolar de 12 años, y te gusta una niña pecosa, te enamoras de ella como un condenado, suspiras, te sudan las manos y, crees que todas las canciones fueron hechas para ti. Es tu primera decepción y gimes en la almohada y te duelen las tripas y no deseas comer ni nada. Solo tu madre te entiende. Pasa el tiempo y sabes como flirtear a una chica, sabes besar, ir por los puntos exactos de su cuerpo y tus manos ya tienen más confianza cuando hallas ese tesoro tibio de las mujeres. A los 20 dices amar a todas como nunca; sueñas con locuras matrimoniales, crees que el mundo es solo tuyo y pruebas todos los vicios: trago, putas, cigarros y la infaltable marihuana. Cuando crees que eres algo maduro e inmortal, cuando crees que a tus 25 años ya aprendiste lo suficiente te vuelven a acribillar el corazón y ahora es más doloroso porque la conciencia te da mayores explicitaciones del dolor y sus porqués. Has sucumbido al amor una vez más.
Ya tienes un cartón donde dice “profesional”, puedes defenderte en la vida y construir tus ilusiones. Ahora a los 30 deseas una familia, conoces al amor de tu vida: enamoran, viven maravillosos instantes. Sabes que es la elegida, pides su mano y llora emocionada. Se casan. Compran una casa pequeña y esperan un hijo, el vástago será el que lleve la descendencia con orgullo. Viven felices por varios años, y resuelven viajar por el mundo y hacer locuras. Tu mujer se ha vuelto hosca, ha renunciando a la sonrisa siempre está a la defensiva y tratas de sobrellevar la situación. Tus padres han muerto y ahora debes ocuparte de la familia dejando sus nombres en alto como dicen las gentes. Ya tienes canas, andas un poco encorvado y te cansas y ya no haces deporte como antes, los cuarenta parecen afectarte un poco. Tu mujer está gorda y duerme respetando su lado de la cama, le aburren los ruidos que haces en el baño (recién te lo dice) o le fastidia cuando lees en las noches y la torturas con la tenue luz de la lámpara. Algo está pasando y decides conversar un día; ya cuarentones, se insultan como nunca, maldice su vida y haberte conocido. No dices nada y vas a al cuarto y lloras silenciosamente sabiendo que ella está haciendo lo mismo en algún lugar de la casa. Tu hijo ahora de 15 años se confunde y sale a la calle a buscar un poco de paz.
Superan las dificultades y avanzas renovado de fuerzas y nuevas satisfacciones como tiempo después ver a tu hijo graduado de abogado. Va al extranjero y ahora debes velar por tu mujer y asumes que los años de jubilación son cada vez más cercanos. Un día vienes de la oficina y descubres que tu mujer te engañaba con tu mejor amigo desde hacía unos años. Ahora comprendes por qué ya no quería tener sexo contigo. Peleas con ella y se marcha a los 56 años. Decide irse a un lugarcito de interior del país, sin marido, sin amante, a vivir con unos primos que nunca conociste. Tu hijo regresa del extranjero y le cuentas el suceso. Llora en tu hombro, quiere ir a verla, y no se lo impides. Él, la encuentra y la conmina a volver, ella no desea y entre sollozos le cuenta que te extraña y que está arrepentida. Tú no quieres nada de ella. Transcurren algunos años y tu hijo vive un tiempo contigo y otro con su madre. Ya es un hombre ahora está de novio y trae a la casa a su prometida, es linda, delgada y muy educadita. El matrimonio de tu hijo logra juntarte con tu esposa y, la nostalgia te abate y la llevas del brazo. Después de la fiesta ella vuelve a su lugar y no haces nada por retenerla. La extrañas: el dulce café preparado por las mañanas, los masajes a tu espalda cuando venias agotado de la oficina, su mirada serena y maternal, su olor a seda, su respiración, su delicada piel, sus millones de lagrimas rociadas en tu hombro; su sonrisa, su alegría por las flores y la singular forma de bailar.
Ella se va, quieres detenerla, besarla y te contienes por cobarde.
Tu hijo se matrimonia y vive en tu casa. Ya estás viejo, las canas pueblan tu cabellera. Ahora eres un jubilado, vas de un lado paseándote por el jardín, o mirando los noticieros o dormirte mientras algunos de tus amigos vienen y te platican. Estás leyendo el periódico y tu hijo viene silencioso apretándose los labios, su semblante carga una tragedia. Tu mujer ha muerto en ese pueblecito de sus primos. Te duele el pecho, tu vida se ha ido y sientes que debes morirte ya. La nuera te tranquiliza mientras tu mente solo ve misceláneas de evocaciones. Has enterrado a tu mujer, la perdonas demasiado tarde y te duele no haber vivido esos momentos finales juntos.
Luego de varios años, tus huesos te duelen más, todo lo quieres caliente y sales todos los días a pelar tu manzana frente al sol para comértela lentamente y a pedacitos. Tomas tus medicamentos con celosa unción. Tu hijo ya tiene dos niños, alegran tus mañanas cuando los ves ir al colegio.
Un día tú nuera está preparándote un batido, estás en tu silla con una frazada entre las rodillas por el frio que tienes, llegan tus nietos y centellantes te dan un beso y van a cambiarse, sientes ese momento como único y mágico. Es intenso. Ves claramente todo, oyes el sonido del agua hirviendo y de pronto caes como un pedazo de trapo al suelo. En el último hálito de tu vida respiras un reconocible olor a medicina.

domingo, 25 de marzo de 2012

LUIS ALBERTO SÁNCHEZ




GENIO

Una de las figuras que originó una admiración temprana en el gran intelectual peruano, Luis Alberto Sánchez (LAS) fue Pedro Peralta Barnuevo. Hombre dotado con una inteligencia superior. Dominó las ciencias, las letras con una erudición impresionante. A él se le deben obras de carácter geográfico como un estudio sobre meteorología, además de ensayos sobre matemática, crítica literaria y escritos filosóficos. En todas esas exposiciones dejó la huella de una dedicación de especialista. Por tal razón y con justicia, se le conoce como el Doctor Océano.

Bueno pues, siendo justos con el maestro Sánchez, diremos que no hay palabra mas precisa para definir la vastísima obra en diversos campos en los que ha incursionado LAS, y no lo ha hecho solo de refilón o con afanes meramente publicitarios o pretenciosos. Lo suyo fue emprender empresas que correspondían a dos cosas, como el mismo escribe en un artículo publicado en el Mercurio Peruano de 1920 en respuesta al doctor Horacio H. Urteaga afirmando que su obra (Los poetas de la revolución) Tienen “un poquito de amor al estudio y mucho de amor a la patria”. Y no la paciencia benedictina que le atribuía el mencionado doctor. Sánchez, se defiende muy bien con tan solo veinte años, no teme a los eruditos de moda, sabe refutar con ironía, desenvaina la espada cuando debe y si esta viene con tirria, pues que así sea.

EL PEQUEÑO MAESTRO
Nacido el 12 de octubre de 1900, hijo de Alberto Sánchez Blanco y Margarita Sánchez al poco tiempo falleció su madre dejándolo huérfano.
Cuando Luis Alberto cumple tres años, enferma; el galeno lo mira con ojos lastimeros, la certeza de la ciencia médica le indica decretar con solvencia que este pequeño muchacho enclenque no llegaría a ninguna parte. La debilidad que exhibía por entonces lo marcaba para un futuro incierto. Pero el destino es tan fortuito como la vida misma y Sánchez continuó con la ironía de seguir viviendo.
Cuando uno tiene nueve años, aun piensa en juegos y aspiraciones muy comunes de la infancia. A esa edad escribe su primer artículo "Los Ladrones Audaces" para un boletín del colegio La Recoleta donde cursaba estudios primarios. Es un cuento muy bien escrito, adornado, transparente con una prosa segura, y modulada. Ese primer escrito devela su peculiar estilo con el que satisfizo a varias generaciones. Luego, ya con doce años, intenta otro relato, "Vicisitudes de la vida" un tanto sentimental y moralista, allí muestra cierto dominio de giros y descripciones. Luego vendrían crónicas y artículos en la misma línea estilística. Se hace más fuerte y solvente el manejo de ideas, enunciados; diferencia muy bien los conceptos de las trivialidades muy comunes en los jóvenes que intentan sus primigenios escarceos literarios. Con 16 años ya es un precoz escritor, tenaz en sus afirmaciones, erudito en sus conceptualizaciones argumentativas. Entre los años 1916 y 1923 colabora en distintas revistas como Lux, Ariel, Revista de actualidades, Sudamérica, El Tiempo, Mercurio Peruano, Studium, La revista del mundo, Hogar, Stylo, Mundial, El Comercio. Escritos que Ismael Pinto Vargas ha recogido con especial cuidado en un libro titulado, El joven Sánchez.

BREVE MISCELANEA BIBLIOGRAFICA.

LAS estudió filosofía y letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos obteniendo el grado de doctor en 1922 y, en 1926 se titulo como abogado.
Sánchez ha abordado temas que van desde la literatura (La literatura Peruana-Derrotero para una historia Cultural del Perú, Panorama de la literatura actual, Breve tratado de la literatura general), historia (Historia general de América), política ( ¿ Existe América latina?), la cultura,( Vida pasión de la cultura en América) el mundo universitario( La universidad no es una isla), la problemática social. (Perú: retrato de un país adolescente) entre varias novelas, biografías y artículos periodísticos regados en diarios y revistas.
Siguiendo la ruta de sus inquietudes fue, periodista, político, parlamentario, profesor universitario y rector por tres periodos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, además premier del gobierno de Alan García (1985-1990).

Los poetas de la colonia es su primer libro, donde asienta la base de los estudios del carácter de los poetas de aquella época. Por entonces los estudios al respecto eran escasos o poco serios. Con 19 años emprende esta tarea que le diera el mote de erudito en los círculos académicos. Dos años después sorprende con su trabajo doctoral biográfico Elogio de don Manuel Gonzales Prada.
Una de las cualidades de las biografías que construye Sánchez es sumergirse con precisión histórica en los detalles del tiempo, de su modus vivendy: la realidad social, política, económica siendo elementos muy importantes para que el lector tenga en cuenta el nacimiento de tales performances en la vida y obra de determinado personaje. Esconde un poco su admiración hacia el maestro Prada en Don Manuel. Con Valdelomar ( Valdelomar y la belle epoque) es equilibrado y hasta un tanto neutral; con Chocano( Aladino ) es serio y propositivo en su poética. En La perricholi construye una biografía novelada con cierto tonito sensual. En Una mujer sola contra el mundo, sobre Flora Tristán, hace un biografía épica, hasta declamatoria.
Con Haya de la Torre (Haya de la Torre o el político, Haya de la torre y el Apra) es halagador, casi no pormenoriza errores o defectos del líder aprista, discurre en cada uno de los libros que le dedica un animo defensor a ultranza pero la composición de la agitada vida del líder aprista.Pero el debate de ideas que propone son señalados con belleza y tesón histórico.

AL MAESTRO CON CARIÑO
He aprendido de Sánchez amar la vida, he aprendido a querer los libros, a soñar con sus paisajes de sabiduría he aprendido de su prosa firme. Sánchez es un hombre demasiado grande y talentoso. Su obra es como un océano que transcurre por el caudal interminable del conocimiento y la cultura.
En al año 2000 con motivo del centenario del maestro, Roy Soto Rivera (¡otro gran maestro!) dedica un pequeño libro homenaje titulado Luis Alberto Sánchez, maestro escritor y político; ahí transcribe acertadamente un escrito de las memorias de LAS, Testimonio Personal: “He sido y soy un escritor de raza. Pienso que nací para escribir, o sea, para tratar de expresar lo que la multitud siente y piensa sin lograr exteriorizarlo. Los escritores somos la revelación del secreto colectivo; los altavoces de una angustia inexpresable para la mayoría: nuestra originalidad no consiste en otra cosa que encontrar la voz clara y el murmullo herido que manifiesta algo mas oscuro y profundo que no encuentra como comunicarse. En ese sentido amo y respeto mi vocación que no llega a volverse oficio, por encima de mis propias ambiciones y sueños .Creo que el escritor es una esperanza abierta, una apetencia inextinguible una afirmación ilimitada. Llevamos la sensibilidad a flor de piel. Nos deshojamos en cada página. Por consiguiente somos dolorosamente sensitivos antes o tanto como reflexivos.”

Hombres como Luis Alberto Sánchez convierten la vida en un reto maravilloso, en un interminable vaivén de circunstancias de sacrificio y amor al oficio que los hombres de letras debemos afrontar. LAS, supo sacarle provecho a la vida desde el día que empuñara el lápiz, y su corazón y cerebro le dictaran un destino. Él, como buen caballero -de las letras-, lo cumplió con lealtad, inteligencia y pasión
Febrero 3 del 2004

lunes, 12 de marzo de 2012

LOS SENDEROS DE MI PADRE





Carlos Rivera
Un amigo muy cercano me aconseja “matar a la madre”. Esto, en razón de enrumbarme por el camino de la sensatez y la independecia. Pero, esto debiera obedecer en razón de la contraparte de mi otro lazo familiar, es decir: ¿por qué matar a mi madre si nunca existió -en mí- la figura paternal? ¿Cuál sería la razón de ese crimen maternal si podría quedarme sin nada? Al fin y al cabo uno necesita los llamados modelos formativos. Claro, estoy planteando una especulación, necesaria para encontrarme con miedos pasados y explicarme daños colaterales de esa ausencia y el por qué de algunas conductas actuales.
A él nunca le dije papá ni nada que se le parezca, nunca lo abracé ni me entusiasmaba abiertamente con su llegada, nunca le dije usted; no lo extrañaba dada sus prolongadas ausencias de meses, nunca fue a mi escuelita o colegio. Sólo una vez me compró un carrito de bomberos a los 5 años luego de salir de alta en el hospital tomado de su mano. Me era ajeno, como que sus cariños no me pertenecieran.
Esas añoranzas me transportan a verlo como un ser cercano – más no familiar- cada vez que llegaba de viaje y maravillandome cuando cogía un balón de futbol y lo pateaba hacia el cielo. O, a veces cuando nos sacaba al patio y hacíamos ejercicios. Lo más importante de esos recuerdos era, sin duda alguna, los diarios y revistas que traía de sus viajes. Esencial arsenal para curiosear noticias e historias.
Pero vuelvo a esos días y no encuentro en ellos, nostalgias de ternura, perdurables palabras suyas, paseos infinitos. Mi padre nunca fue mi héroe, más si “alguien” a veces distante, a veces próximo, a veces invisible. Entonces aprendí a ser solitario, a caminar en el mundo de las ficciones. Solo allí fui feliz. El Principito me dio la ternura que me hacia falta, quise héroes y busqué las aventuras de Stevenson, Julio Verne, Kipling, quise amor y Werther me enseñó con sus desventuras sentimentales. Quiso que yo fuera un futbolista como él lo fue en sus buenos tiempos, yo era un remedo de jugador mediocre y torpe. Me hice entrenador y sin querer le enrostré todas mis victorias y trofeos. Jamás se interesó en mis lecturas o escritos, pero cuando vio mi primer artículo publicado en un diario lo compartió orgulloso con todos sus amigos. Luego, todo lo que escribía le importaba un bledo.
En la edad de la razón como bien decía Sartre, ya no necesitaba héroes sino cómplices y varios autores llenaron ese vacio. Así me hice hombre y caminé en la senda de la vida. Nunca esperé nada de mi padre, nunca lo extrañaba como sí recordaba a mi madre. Mientras en las tertulias todos hablaban de sus padres, yo no decía nada y no por qué lo aborreciera sino por que la poca vida que tuve con él, era tan insignificante como para compartirla. No lo odiaba, ni lo amaba, no lo necesitaba, tampoco quería venganzas póstumas por lo que pudo darme o el abandono hacia mi madre en estas horas aciagas de su vida.
Estoy a punto de encontrarme con él, lo espero más de dos horas. De pronto llega y platicamos como de costumbre: con distancia y sequedad. Le llevo el recado de mi madre y me dice que lo espere en su cuarto. Mis ojos están viendo su ropa, la cama en la que duerme. En la mesita de noche veo una fotografía de su nueva familia, sonríe con su pequeño hijo entre brazos. Siento envidia por esa felicidad que tal vez pudo ser mía (o nuestra). Recién asumo que hay un recóndito amor hacia mi padre. Curioso, más de 30 años viviendo con mis padres y no hay una sola fotografía familiar. Y cuando quiero inventarme historias felices sobre ellos, ni siquiera puedo ficcionar –bien- esas falsas alegrías. Nadie me lo creería.

domingo, 4 de marzo de 2012

JUAN MANUEL GUILLÉN BENAVIDES, UN TIPO DE CUIDADO


Carlos Rivera

Hay personas que deciden involucrarse en política para adecentarla. A través de ella brindar soluciones con visión, compromiso y planificación respecto a los problemas de una localidad, región o país. Ello, desde luego, desde la plataforma que le puede brindar una organización política y la ideología que pregona, además de la preparación personal y profesional, por cierto.

Pero hay seres que participan porque les gusta ver su nombre en una plaquita de bronce y deliran cuando realizan dicho sueño. Hay tipos que ven en la política un negocio e invierten, hacen cálculos, empeñan de antemano el gobierno (sea el nivel que fuera) a amigos o empresas para después robarle el dinero a los ciudadanos que lo eligieron. Como en botica, en la política peruana hay de todo.

Entonces diremos: una cosa es la politiquería y otra –muy seria y responsable– la política. Lo primero requiere astucia, zalamería, oportunismo. Lo segundo compromiso, vocación, estructura, bases, conocimiento.

Haciendo este sencillo análisis de reconocimiento colocamos a Juan Manuel Guillén Benavides (JMGB) para evaluarlo como político y como autoridad elegida.

La tarea no es sencilla: lo eligieron alcalde por construir el estadio “monumental” de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA) la gente se empachada de tanto menjunje futbolero, produciéndose una exacta sintonía con una población hambrienta de quimeras.

JMGB no hizo tanto en la universidad, las reformas académicas nunca llegaron, inauguró la construcción de pabellones sin los debidos estudios o sobre la base de una necesidad real, sino con el pobre argumento de tener más alumnado y más ingresos. ¿Y modernizar la universidad, dotar de equipamiento a las facultades y escuelas, entre otras cosas de real envergadura? ¡Nunca!. Concluido sus dos periodos como rector fue despedido entre aplausos sólo por el bendito estadio.

Llevó a sus allegados de siempre y a su familia, al Municipio de Arequipa. En la municipalidad tampoco modernizó la administración edil, ni hizo algo que le diera un poquito de trascendencia. Solo lo salvó la revolución de junio, quedando como un héroe del populacho. Y bueno, sin ser un tanto mezquinos, mencionaremos la declaratoria de la ciudad como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Sabiendo que el lapsus de la epopeya no le servía para una reelección en el 2002, decidió cuidarse y esperarse unos añitos para tentar otro cargo y lo consiguió al llegar al Gobierno Regional de Arequipa (GRA) en el 2006 con la misma agrupación que fue una mezcla de club familiar y collera universitaria.

En los preámbulos de las Elecciones Municipales del 2010 manifestaba públicamente que no le interesaba la reelección y desistía tajantemente de ella, de repente cambió de opinión.

En su primer periodo en el GRA hizo intentos de mejoras administrativas, algunas obras en provincias, hubo nepotismo, también llevó a sus familiares, contrató a varios asesores por doquier.

De joven fue aprista, sintonizó con el comunismo y en la UNSA nunca chocó con toda esa alimaña de parásitos que hasta ahora viven de la universidad con garantía laboral y otras gollerías.

Conversó en la salita del SIN con Montesinos, aduló de reojo a Fujimori impostando una imagen de lucha que de verdad nunca asumió con plena convicción, recibía a Alejandro Toledo y le hizo la revuelta contra la venta de Egasa y Egesur, se dejó enamorar por Alberto Borea y Alan García. Es un filósofo que no filosofa, un académico metido en una Administración Pública que siempre le queda grande. Funda un partido (Arequipa Tradición y Futuro) y luego lo aniquila postulando por otra alianza política más acorde a sus ambiciones. ¿Qué es Juan Manuel Guillén Benavides? Pues la palabra brota por ser necesaria y exacta: un politiquero.

sábado, 3 de marzo de 2012

EN EL NOMBRE DEL SEÑOR


Eres tonta y linda como todas las mujeres
Martin Adan, La casa de cartón


Carlos Rivera


Al ver el titular de la portada en el diario La Crónica de Trujillo la saliva se le atragantó sin poder humedecer su garganta:


JOVEN DE 16 AÑOS SE SUICIDA. Fue hallada con cortes en su vagina, en el cuello y en el estomago.


Joaquín sabía quien era ella, pero jamás imaginó que acabaría con su vida de esta manera.
Entonces, lo recordó todo:
Conoció a Isabel en su barrio de Surquillo. Ella vivía con sus padres, muy cerca a la casa de Joaquín. Alguna vez, la miró, dándose cuenta de sus protuberancias de niña y, estas se habían mudado al cuerpo de una mujer ansiosa por conocer las delectaciones del sexo. Como buen macho callejero, presumió con esta lógica.
Tenía la usanza religiosa de acompañar a su madre a misa todos los domingos, jamás salía con amigas. Andaba sola, recorriendo las bibliotecas, estudiando, cantando alabanzas al señor. No parecía una mujer normal. No sonreía, era parca, tímida. Ostentaba unos explícitos modales de monja.
Cierta vez, Isabel vio a Joaquín acercándosele, quiso correr y escapar de él. La estrecha calle no lo permitió. La respiración aumentaba y el sudor en todo su cuerpo la ponía más nerviosa. Nunca había tenido a un chico así tan cerca. No le dijo nada, la arrinconó contra la pared intentando sutilmente robarle un beso. Su mano recorría una de sus mejillas y cuando estuvo a un centímetro de sus labios, la acorraló con su aliento. Pero Isabel no debía confesar aquella vulgar aberración de gusto. ¡Jamás, Dios mío! se repetía en las noches encomendándose a sus perdones.
Él, siempre la detestó, le parecía alguien cucufata, no le provocaba ningún sentimiento de afecto. Por eso, cuando hacia años la veía pasar, sentía animadversión. Ahora, algo lo conminaba a perderse en los laberintos de lo sexual y pesadillesco: había observado que durante los últimos dos años vestía su hábito de El Señor de los Milagros. Siempre detestó su rostro pero ,ahora, podía reconocer detalles sensuales: las anchas caderas, sus senos grandes dibujando dos sublimes montes en ese telar morado y la cuerdita blanca en medio de su cintura como detalle del envoltorio de un precioso regalo. Ese regalo debía ser para él y nadie más.
Las mujeres de Joaquín eran bonitas, callejeras, jamás tuvo problemas en llevarlas a la cama y tener sexo a pedido de los desbarajustes de estas ansiosas adolescentes. Salía cada semana con una distinta, no tenía novia oficial ni alguna chica que le exigiera un amor más fiel y menos compartido. Cada una de ellas se deleitaba con la poquedad de un amor eventual y casi residual. A sus 22 años, era el joven más popular, el mejor vestido, el de la mejor marihuana. El más coqueto y simpático chico del vecindario. A veces se iba de putas y gustaba quedarse a dormir en el prostíbulo.
Sus amigos de barrio hablaban de la fealdad de Isabel, pero no dudaron en la posibilidad de tener sexo con ella tapándole la cara con una almohada. De cuerpo no andaba mal, según sus elucubraciones pueriles. Joaquín, desde sus adentros pensaba en ella; luchaba contra sus impulsos de llevársela a la cama y quitarle poco a poco esa túnica morada.
Nadie debía saber de esas fantasías, ni reconocer algún acercamiento a esa pobre chica y menos que lo vieran flirteándola, seria la burla de todos. Entonces, urgió un torpe pero efectivo plan: la clausura del año escolar seria en una semana y los padres de Joaquín viajarían a Trujillo, dejarían sola la casa. Él, pretextó que los abundantes trabajos finales de la universidad no le permitían viajar. Se quedó.
Aquella vez mandó al colegio de ella a un niño, a quien le pagó, por haberle entregado una carta a Isabel, quien al leerla, quedó impactada. Al margen del texto, lleno de ramplonas cursilerías, había dentro de la misma, dos exigencias: ir a su casa y tocar la puerta trasera y no contar a nadie de la misiva.
Desde las 12:00 del día la esperó, luego de tres horas la imaginó presa de miedo, además su mojigatería necesariamente no debiera sintonizar con la estupidez. Perdida la batalla, decidido a entretenerse, encendió el televisor, mientras sus ojos parecían cerrarse, alguien llamó a la puerta. Eran las 5:00 de la tarde. Abrió, era Isabel. La hizo pasar y reposó contrita en su viejo sillón. Ella no dijo nada, temblaba, su mirada tímida descansaba en el piso. Joaquín aproximó sus pasos y, de rodillas tomó sus trémulas manos
Le dijo que desde hace más de tres años estaba enamorado de ella, pero la vergüenza lo torturaba. Quiso sacarle los lentes, Isabel se negó y murmurando algo se alejó de él, fue hacia la puerta y no paró de llorar. Joaquín, a pesar de la miserable escena, no pudo dejar de ver como la falda morada, la soguita blanca y las quebradas líneas de su cuerpo hacían un magnifico contraste con la blanca pared. No le interesó si ella lloraba. Su sexo estaba erecto y no podía detenerse.
La tuvo entre sus brazos por casi media hora. Besaba su cabellera, masajeaba tenuemente sus hombros para darle más confianza. Isabel iba cediendo poco a poco mientras pensaba en el pecado imperdonable a los ojos de Dios si sucumbía ante este blasfemo acto.
Harto de sus boberías, la tomó de los hombros dirigiendo la boca de ella hacia la suya. Isabel cerró los ojos, esperando el ósculo, él la besó en la frente.


-¡Vete. No quiero volver a verte. Ya te he dicho todo lo que siento-le dijo
Isabel fue hacia la puerta abriéndola cansadamente
-¿Yo te gusto?- peguntó- ¿o solo me quieres por un momento…?
- Te amo y no quiero travesuras contigo- respondió Joaquín.


Al decir esto se abalanzó sobre ella, amarrándose a sus dedos y cerró la puerta de a poquitos. La llevó a un rincón del cuarto. Su aliento era para ella un manjar irresistible. La besó furiosamente metiendo la mano debajo de su calzón frotando su vagina humedecida esperando aquella tibia extremidad. Sutilmente sus dedos dibujaban círculos, primero lentos y luego rápidos. No resistió e Isabel se rindió a sus impulsos por completo: empezó por morderle la boca, pellizcarle la espalda suplicándole entre gemidos que le haga el amor como una puta.


El humedecido cuerpo de Isabel, reposaba en la cama de Joaquín. La hizo suya un viernes 23 de noviembre. La sangre de una desvirgada no le causó mucho placer, de lo demás estuvo satisfecho al recordar sus duras nalgas, el recorrido por la textura firme de sus pechos.
Isabel se enamoró frenéticamente de Joaquín. Conservó este secreto con celosía unción. Lo amaba como las grandes pasiones de la historia. Lo deseaba, en su mente viajando por la geografía de su cuerpo atrapada en sus brazos y, la imagen de Cristo acorralándola con sus exculpaciones en las horas de sueño.


Corrió el rumor que Joaquín había viajado a Trujillo sin despedirse de los amigos del barrio. La noticia llegó a los oídos de Isabel y cuando escuchó que el hombre de su vida se había ido, cayó desmayada al suelo. Tenía entre manos un rosario y el cielo gris de la ciudad dieron al hecho una sensación misericordiosa. Los vecinos pensaron que el señor la llamó por su enorme entrega y fe, ¡bendito sea Dios! ¡Alabado sea el señor! y ¡Dios la coja en su reino! repetían las damas mayores entregadas al maravilloso instante de la experiencia religiosa.


Isabel poco a poco abrió los ojos, miró el cielo gris de Lima. A su alrededor no habían ángeles ni querubines sino caras conocidas contemplándola entre lagrimas. Quiso ir a su casa se sentía débil, su saliva amarga y el dolor por dentro no le permitía tal travesía. Los vecinos la cargaron, como una procesión siguieron tras de ella cantando alabanzas y padrenuestros.
Isabel no quería saber nada del mundo. Se había sumergido en esa extraña tristeza. Por las noches tomaba un látigo y se flagelaba la espalda y no permitía que entraran a su habitación. Su madre al darle el desayuno la hallaba cada vez mas débil, las heridas de su cuerpo empezaron a preocuparle. Las gentes susurraban: “son estigmas del señor Jesucristo”. En esos días nació una niña en el barrio, la bautizaron como Isabel en honor a la mujer sufriente. Un mes después su cuerpo estaba maltrecho, musitaba palabras indescifrables.
Poco a poco empezó a tomar bebidas calientes, hablaba con reposo. Pedía orar a solas y no quería salir de su cuarto, su rostro volvía a su color natural. Sus padres, aliviados, dejaron de llorar.
Sanó luego de dos meses, los vecinos vinieron con regalos. Ella les concedía una sonrisa y las bendiciones. Una dama anciana cayó de rodillas cuando la vio en su pijama rosada y el cuadro con la imagen de El Señor de los Milagros en la pared y, los rayos del sol iluminando su rostro permitiendo el más hermoso resplandor digno de una estampita.
Un día, el padre se acercó a la habitación. “Isabel, Isabel” llamó. No respondía. Aturdido tiró la puerta y halló el cuerpo de su hija mutilada, sangrando y vestida con el hábito morado y la mirada de la suicida en dirección a la nada. Entre sus dedos tenia un rosario.
La gente del barrio enterada de la noticia, entró en conmoción no creían que la dulce niña Isabel estaba muerta. Su cuerpo fue velado tres días. El entierro congregó a miles lanzando alabanzas en medio de infinitos sollozos.




Una semana después alguien corrió la noticia de un milagro, ocurrido. Isabel tenía un bebe de dos meses en su vientre. Lo cual era imposible por qué ella era virgen, según sus padres. Nadie siquiera cuestionaría ello. La santidad en ella era explicita. ¡Fue el espíritu santo! Gritó alguien.


Joaquín luego de leer la noticia, tiró el diario al piso y fue por unas cervezas o, tal vez de putas…

jueves, 1 de marzo de 2012

AÑORANZAS




Carlos Rivera



Después de cuatro años pude verte otra vez. Estabas delgada con tu cabello suelto y teñido. Discreto maquillaje y una blusita blanca pegadita que tanto me fascinaba. No me gustaba la lluvia pero un día nos quedamos mirándonos y abrazados en medio de un parque esperando a que el tiempo nos aniquile. Nos besábamos mientras la lluvia recorría nuestras mejillas refrescando nuestro cómplice acto. Extraño tu sexo, tus piernas, tus senos pequeños, tus dedos jugueteando con los míos. Tus besos húmedos, tu cabellera desparramada sobre mi pecho. Aun siento el rico aliento de tus labios.
Luego de 4 años sigo deseándote y quiero volver a tomarte por la cintura, apretujarte y comerte de a poquitos con mi boca.